Jesús Coronado

Libro del mes: El rayo que no cesa

Libro del mes

<![CDATA[Este mes seguimos homenajeando a  Miguel Hernández y a la hora de escoger uno de sus libros,  lo tuve muy  claro. El rayo que no cesa, publicado en 1936, es un poemario lleno de versos donde Miguel Hernández desborda amor, o mejor dicho, desamor. Yo siempre he creído que sólo es amor si duele y  leer los versos de esta obra  me reafirmaron en ello.

“Un carnívoro cuchillo

De ala dulce y homicida

Sostiene un vuelo y un brillo

Alrededor de mi vida.

 

Rayo de metal crispado

Fulgentemente caído,

Picotea mi costado

Y hace en él un triste nido”

Y esto es solo el principio. ¿Quién no ha tenido un amor no correspondido? Los dos últimos versos, lo dicen todo.

La inspiración

el rayo que no cesaPero bueno, volvamos al libro. En El rayo que no cesa nos vamos a encontrar con veintisiete sonetos y tres poemas. Todos tienen un punto en común, la experiencia amorosa y dolorosa de Miguel. Algunos estudiosos indican como fuente de inspiración de esta obra a los amores no correspondidos de  tres de las mujeres a las que amó, Josefina Manresa, Maruja Malló y María Cegarra. No obstante, hay que indicar que uno de los únicos tres poemas que complementan a los sonetos de la obra se encuentra su famosa “Elegía a Ramón Sije”. La muerte de su gran amigo coincidió con la publicación del libro y esta es la forma de homenajear al mismo, aunque si lo pensamos bien, es un canto de pérdida por una gran amistad hacía su amigo de infancia y compañero de letras. Esta versión  leída de su biógrafo y escritor  José Luis Ferris me sigue poniendo los pelos de punta.

Las influencias

Prácticamente todos los estudiosos de su obra consideran este libro como el máximo exponente de toda su carrera literaria, “la más lograda y representativa” dicen algunos. En El rayo que no cesa encontramos en sus sonetos influencias de autores clásicos como Góngora, Quevedo, Lope de Vega y otros. Y no es de extrañar ya que no debemos olvidar que como autor autodidacta que fue, los grandes clásicos fueron sus maestros. Era su lectura diaria mientras cuidaba el ganado en tierras oriolanas. Pero al margen de las influencias que pueda tener de estos y otros autores, lo cierto es que sus versos son toda una lección de pasiones turbulentas y tormentosas originadas por el rechazo.

La innovación

Un dato curioso a tener en cuenta es el por qué Miguel Hernández introduce tres poemas de métrica distinta dentro de un libro compuesto por sonetos que se rigen por una métrica rigurosa de la que no deben salirse. Mi opinión, al igual que la de otros más sesudos que yo, es la intención de romper con la monotonía que suponía leer un soneto tras otro. No obstante las mentes sesudas dicen que tiene que ver más con la superación de la rigidez, y la introducción de la innovación en la poesía que se venía haciendo y que se vería reflejado en su siguiente obra “Vientos del pueblo” en la que ya no aparece soneto alguno.Lo cierto es que toda la obra de Miguel Hernández ha sido estudiada de principio a fin y El rayo que no cesa no es una excepción. Se le atribuyen influencias de autores clásicos del siglo de oro español como ya hemos dicho; se interpreta el simbolismo  del toro que aparece catorce veces o del rayo que lo hace ocho a lo largo de los versos del libro; incluso se intenta explicar  el por qué número de palabras que lo componen. Pero yo me quedo con lo más importante y con lo que seguro que su autor pretendía; transmitir los sentimientos que le corroían por dentro y necesitaba expresar para que se pudrieran en su interior. El amor y su pérdida es lo que tiene y Miguel era de los que amaba de forma platónica, la peor de las maneras. Y como despedida, el último soneto del libro 

“Por desplumar arcángeles glaciales

La nevada lilial de esbeltos dientes

Es condenada al llanto de las fuentes

Y al desconsuelo de los manantiales.

 

Por difundir su alma en los metales,

Por dar el fuego al hierro sus orientes,

Al dolor de los yunques inclementes

Lo arrastran los herreros torrenciales.

 

Al doloroso trato de la espina,

Al fatal desaliento de la rosa

Y a la acción corrosiva de la muerte.

 

Arrojado me veo, y tanta ruina

No es por otra desgracia ni otra cosa

Que por quererte y sólo por quererte”

 Sed buenos… y leed mucho.]]>

Jesús Coronado

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