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No aprendas a escribir

Recursos Narrativos

Una de las cuestiones que parecen sorprender a la gente es la necesidad de formación de los escritores. ¿Debe un escritor aprender a escribir? ¿No debería saber ya? En esta carta, Concepción Perea, autora de LA CORTE DE LOS ESPEJOS (Fantascy, Grupo Penguin Random House) y Directora de Servicios de Factoría de Autores, da respuesta a esa pregunta:

Ayer anuncié en Facebok que iba a seguir el curso de novela negra que Juan Ramón Biedma está impartiendo en Factoría de Autores, la empresa en la que trabajo, y alguien me preguntó que si no era “contraproducente” para mí, como escritora, decir que recibo clases de narrativa, que se suponía que a estas alturas de mi vida ya debía saber escribir. No puede ofenderme; desde que soy profesora de narrativa me he encontrado con razonamientos muy similares a este cuya conclusión siempre suele ser la misma: no se puede aprender a escribir.

¿Pero qué entiende la gente por “aprender a escribir”? Si se refieren a construir frases, puntuarlas correctamente y poner una detrás de otra para que formen textos… Bueno, entonces se puede aprender sin problema, en el colegio nos enseñan a todos, aunque luego leas cosas por ahí que te hagan dudar sobre la eficacia de dicho aprendizaje. Sí, todos nos defendemos para mandar correos, rellenar reclamaciones y contar nuestras vidas en Facebook. El problema es que dedicarse a escribir de manera profesional no es eso. No se trata de que las redacciones que escribimos en el cole estuviesen tan bien que nuestros profesores nos pidiesen que las leyésemos en voz alta, o que lleves un blog razonablemente bien redactado. La gente entiende que se curse una carrera de periodismo (aunque luego haya periodista no sepan ni redactar un titular) pero muy pocos se toman en serio que hagas un máster de creación literaria, o que, ante la escasez de formación reglada en este campo, busques talleres de cierto nivel. Porque un escritor, uno de esos que publican libros, ya sabe escribir, es una especie de talento innato que no puede aprenderse en ninguna parte. Lo tienes o no lo tienes.

No voy a entrar en si el artistas nace o se hace porque ese debate me recuerda un poco al del huevo y la gallina, pero España es un país extraño con sus escritores. Nadie se sorprende de los conservatorios ni de las facultades de Bellas Artes; lo que parece una locura es que los escritores acudan a clases de narrativa. Y fuera de nuestras fronteras esto es absolutamente normal. La semana pasada leía en las solapas de Jagannath la biografía de su autora, Karin Tidbeck:

“Alumna de la prestigiosa Clarion Writer’s Workshop de San Diego de fantasía y ciencia ficción, estudió antropología social en la Universidad de Estocolmo, y escritura creativa en la escuela Skurups, donde también se formó como profesora de escritura creativa.”

Me ha gustado escribir desde siempre; cuando tenía once años empecé mi primera novela (acababa de leerme El Hobbit y estaba emocionada). Trataba de una duendecilla y su mapache, que iniciaban un largo viaje en alfombra voladora para encontrar una piedra mágica. Desde entonces siempre he intentado escribir. Cuentos que nunca acababa porque tenía que estudiar, y módulos de rol que escribía a escondidas de mis padres cuando debería estar estudiando. Tuve algo claro desde el principio: estaba verde. Por entonces pensaba que si quería ser escritora tendría que estudiar periodismo, que era el único sitio donde podría aprender. Como no me acompañó la nota de corte, estudié humanidades y seguí escribiendo, encontrándome siempre con dificultades que no lograba vencer ni siendo una ávida lectora…

Cuando empecé con “La Corte de los Espejos” llegó un momento en que me quedé bloqueada, no sabía cómo convertir aquella colección de historias en una novela de verdad. Entonces me apunté al Master de Creación Literaria de la Universidad de Sevilla. Sinceramente, fue la mejor decisión de mi vida, no sólo desde el punto de vista académico, sino porque me puso dentro del mundo editorial, me hizo conocer a otros autores y pude ponerle un rumbo a mis letras. Meses más tarde caí en las clases de narrativa que Teo Palacios impartía en el Ateneo Andaluz. Teo ha sido mi mejor maestro, sin lugar a dudas. A día de hoy trabajamos juntos, pero sigo aprendiendo de él.

Ahora tengo alumnos a los que ayudo a no cometer los errores que me empantanaron durante tanto tiempo; les doy las herramientas que a mí me faltaron. Les ayudo a que encuentren como dar forma a sus historias, a pulir sus escritos, a disfrutar del proceso.

Porque se puede aprender a escribir, se puede aprender a narrar.

Y luego está el talento. Pero ese ya es otro tema.

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