En abril de 1968, se estrena la que, sin duda, es la película por excelencia de la ciencia ficción: 2001: Una odisea del espacio. Kubrick, su director, no solo se basó en un relato de nuestro autor de este mes, sino que terminó contando con él para que escribiera el guion. Y, dicho sea de paso, terminó escribiendo la novela al mismo tiempo. Y sí, hoy voy a hablaros un poquito de Arthur C. Clarke. Vamos a ello.
Arthur C. Clarke: su biografía
Arthur C. Clarke nació un 16 de diciembre de 1917 en Minehead (Inglaterra) y, aunque la mayoría de nosotros solo conocemos su faceta como escritor, Clarke fue mucho más.
Desde muy pequeño, ya demuestra interés por la ciencia, concretamente por la astronomía, realizando un mapa de la Luna con las imágenes que captaba con su pequeño telescopio. Terminó sus estudios secundarios en 1936 y se traslada a Londres.
No dispuso de recursos económicos suficientes para realizar estudios universitarios, así que, cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, se alista en la RAF, donde empieza a ejercer labores en la sección de radar, llegando a contribuir en su mejora y desarrollo y ejerciendo como instructor de este invento al terminar el conflicto bélico. Una vez finalizada la guerra, publica un artículo que sentará las bases de los satélites artificiales en órbita geoestacionaria y que se llamará, en su honor, «Órbita Clarke», recibiendo varios premios por este artículo.
Estudió Matemáticas y Física, y llegó a ser, durante varios años, presidente de la Sociedad Interplanetaria Británica, alcanzando fama por sus intervenciones en televisión para narrar las misiones Apolo. Aunque se casó en 1953 con una joven viuda, Marilyn Mayfield, se separó a los seis meses no conociéndosele otra pareja formal. Como cotilleo, os diré que los periodistas le preguntaban si era gay, a lo que él contestaba que tan solo era algo animado (gay, en inglés, también significa alegre). No obstante, el escritor Michael Moorcock llegó a decir que, en los cincuenta, salía de copas con su novio, el de Clarke.
Su faceta como escritor de ciencia ficción comienza tras acabar la guerra, con la publicación de su primer relato «Partida de rescate» en la revista de ciencia ficción Astounding en mayo de 1946, dando inicio a una extensa obra literaria compuesta de relatos, novelas, guiones y algunos importantes ensayos de divulgación científica.
Clarke recibió el premio Nébula, el Hugo y otros por sus novelas Cita con Rama y Las fuentes del paraíso.
Falleció a los noventa años en 2008 en Colombo –Sri Lanka–, donde se trasladó en 1956, dicen, por su fascinación por la fotografía y el submarinismo, además de ser un gran amante de la cultura india.
Arthur C. Clarke: su obra
Arthur C. Clarke publica novela, relatos y trabajos científicos. Su tema de referencia, la ciencia ficción y el espacio. En su obra, podemos distinguir tres etapas. La primera y más temprana, considerada utópica/humanista. Una segunda, de gran rigurosidad científica (de hecho, se le incluye entre los autores de la denominada ciencia ficción dura). Y una tercera que se identifica por centrarse más en los temas político-sociales.
Durante la contienda bélica, Clarke publicó sus primeros relatos sobre la conquista del espacio, y en 1945, un artículo en el que predijo con detalle que los satélites serían utilizados para las telecomunicaciones, trabajo que fue acogido entre los especialistas con bastante escepticismo. Curiosamente, durante sus primeros años, Clarke utilizó dos seudónimos en algunos de sus trabajos, Charles Willis y E. G. O’Brien.
Isaac Asimov decía de Clarke que era el adivino más atinado del futuro, ya que las previsiones de sus obras se han visto cumplidas en la sociedad actual. Como ejemplo, esta acertada predicción de internet y de nuestra relación con los ordenadores. Con novelas tan importantes como El fin de la Infancia (1953), Las arenas de Marte (1951) y Cita con Rama (1972), Clarke pasará a la historia por 2001: Una odisea del espacio, que Kubrick llevaría al cine en 1968 y que está basada en un pequeño relato llamado «El centinela», escrito en 1951.
Arthur C. Clarke y su sentido espiritual
Frente a la prioridad que otorgaron a la aventura los iniciadores del género, como Julio Verne o H. G. Wells , Arthur C. Clarke representa, junto a Asimov y Bradbury, una corriente trascendentalista de la ciencia ficción, en la que expresa una tremenda nostalgia de la presencia divina en el cosmos, como podemos ver en El fin de la infancia, por ejemplo.
Algo común en la obra de Clarke es la total ausencia de batallas épicas, teletransportaciones y otras lindezas similares a las que estamos acostumbrados dentro del género. Clarke es más de buscar el sentido espiritual de la existencia humana ¿Recordáis el famoso monolito de 2001? Ahí lo tenéis. Clarke era sumamente optimista, y eso se vio reflejado en su obra en dos puntos fundamentales: los beneficios del progreso científico y el encuentro con especies y culturas superiores, siempre en tono paternalista.
Todos conocemos las tres leyes robóticas de Asimov. Clarke tampoco se quedó atrás y creó las tres leyes del avance científico. Yo me quedo con la tercera: «Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es totalmente indistinguible de la magia».
Y hasta aquí nuestro autor de este mes. Espero que os pique la curiosidad para que conozcáis un poco más a Clarke.
Sed buenos y leed mucho.
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