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Cartas a Palacio

Entrevistas

Cartas a Palacio, de Jorge Díaz, es uno de los libros del año. A las pocas semanas de su publicación ya habían salido tres ediciones y ayer mismo se confirmaba como el séptimo libro más vendido en el ranking de La Vanguardia. Hemos querido entrevistar a su autor.

 

¿Cómo llegas a la historia de la Oficina Pro Cautivos?

Pues como encontramos todas las historias: una veces es una noticia en un periódico, o la frase de otro autor… En este caso fue viendo un documental. Las historias siempre llegan del modo más anecdótico. Vi un documental sobre Alfonso XIII y me quedé sorprendido, así que pregunté a mis amigos «¿Qué sabes de la oficina Pro Cautivos?», y nadie tenía ni idea, así que me fui a Google y encontré información. Empecé a investigar y me di cuenta de que acaba de dar con una historia que podía acabar convertida en novela. Además, faltaba un año y medio para que se cumpliesen los 100 años de la I Guerra Mundial, era el momento exacto para sacarla a la luz. Hablé con la editorial y estuvieron de acuerdo, he tardado aproximadamente un año en escribirla.

Hablas de la figura de Alfonso XIII, que siempre ha sido un personaje histórico muy controvertido. ¿Qué has descubierto de él?

Vivió una época muy complicada. No tenía buena imagen de él: la semana trágica de Barcelona, la guerra de Marruecos, la dictadura de Primo de Rivera. Era un rey muy militarista, al que habían expulsado de España… pero también encontré anécdotas curiosas, como que producía películas pornográficas. En realidad no es un personaje protagonista, sino un secundario, y al final de tanto trabajar con él me acabó cayendo bien.

Las cartas de la novela ¿Son las reales?

No. Son interpretaciones, porque las reales están escritas en un lenguaje formal y decimonónico que las hace muy enrevesadas, muy difíciles de comprender para el lector actual. A fin de cuentas, era gente que al dirigirse a una instancia tan superior se creían obligadas a hacer uso de cultismos y giros muy enrevesados. Así que las adapté para que fuesen legibles.

Hay un carta escrita por Ruyard Kipling.

Esa carta existe, y la descripción que hace de su hijo es casi literal. Había perdido a su hijo en los primeros años de la guerra,  y cuando Kipling escribió a la Oficina Pro Cautivos ya casi  había perdido la esperanza de encontrarlo. Desgraciadamente, su cadáver apareció un tiempo después.

Vuelves a tratar el tema del anarquismo y recalcas mucho la diferencia de clases que existía en la época.

Se supone que el progreso consiste en eliminar esas diferencias y no sé si hemos avanzado mucho en ese sentido. En el Madrid de la época, el contraste era enorme. Era un país muy injusto. Del Palacio Real a la ribera del Manzanares hay apenas unos kilómetros; allí conviven ese mundo aristocrático y despreocupado y la miseria del barrio de las Injurias, que existió hasta principios de los años 20.

Al igual que en La justicia de los Errantes mezclas personajes reales con personajes de ficción

 Sí, personajes como Blanca, como Giner… debieron existir. Mezclar personajes es algo que hago mucho, pero en esta novela casi todos los personajes son de ficción. Me apetecía mucho crear un personaje femenino potente, una protagonista que sostuviese la historia. Así que Blanca fue muy divertida de crear, muy revolucionaria y a la vez muy coherente, algunas de sus decisiones debían ser un tanto conservadoras. Además, quería que el motor de la historia fuese su historia de amor, y la revolución interna que ella sufre a lo largo de la novela.

Pero no es la única historia de amor.

Hablas de Carmen y Jean Marie. Su historia me enamoró. Al principio iba a ser sólo la historia de Jean Marie, para poder hablar de un prisionero francés casado con una española. Me inventé al pintor francés casado con una gitana de Sevilla y empecé a verle muchas posibilidades a su historia, así que fue creciendo y acabó en convertirse en una de mis favoritas.

¿Eres de planificar mucho?

Sí, soy de planificar, yo soy de tomarme muchas libertades mientras planifico. Pero cuando tengo la planificación hecha no la toco. Tengo que manejar muchas tramas paralelas y muchas subtramas, así que necesito saber muy bien donde coloco cada situación y cada personaje. Otra cosa es que la planificación me haga ampliar una idea o me ofrezca una posibilidad en la que no había pensado antes. Antes de empezar a escribir lo tengo todo decidido.

Una vez más aparece el anarquismo en una de tus novelas. ¿Qué es lo que te atrae de los anarquistas?

En La justicia de los Errantes se habla más del anarquismo de lucha, aunque también quería reflejar el anarquismo idealista del naturismo, la comida vegetariana, las playas nudistas… Es evidente que el anarquismo me atrae. Y no quería hablar solo del anarquismo de lucha sino también del de las ideas. Es imposible entender la historia de principios del S. XX sin los anarquistas, y aunque se nos ha quedado la idea de las bombas y los atentados, también había líneas de pensamiento que no estaban de acuerdo con ese modo de actuar, sino que creían que debían cambiar la sociedad por los cauces de la educación y la libertad. En Cartas a palacio, Manuel es de este tipo.

Los capítulos de Cartas a Palacio, me recordaron a La Colmena, de Camilo José Cela.

Buscaba que al final todo coincidieran de alguna manera. Me alegra mucho que alguien me compare con Cela, me hace sentir muy orgulloso. Aunque yo pensaba más en los capítulos de una serie de televisión, que es una estructura con la estoy muy familiarizado, en la que cada capítulo ofrece información de todos los protagonistas y dónde ves que todos están relacionado de alguna manera.

Hablas de la televisión porque Cartas a Palacio se convertirá en una serie muy pronto.

Parece que va muy bien y en cosa de un año será una realidad. No sé si seré uno de los guionistas, pero me encantaría.

¿Y a estás trabajando en algo nuevo?

Trabajo como guionista para una serie de televisión, y aún no tengo pensando nada concreto. Le estoy dando vueltas a un par de ideas, pero ya se verá.

 

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