Concepción Perea

Cómo crear buenos personajes secundarios

Personajes

La creación de personajes es el pilar de cualquier narración y eso no se limita a los personajes principales. Todos tienen una función dentro de la historia y hay que saber desarrollarla. En el cine, se suele decir que no hay papeles pequeños. Es algo que se puede aplicar igualmente a la narrativa. Por eso, saber cómo crear buenos personajes secundarios es importante. Hay una serie de elementos a tener en cuenta a la hora de crearlos. No son verdades absolutas, porque eso en la creación artística es algo difícil de encontrar, pero sí puede ser útil considerarlos.

¿Qué pinta aquí este personaje?

Es la pregunta clave a la hora de crear cualquier personaje, sea secundario o no. ¿Para qué está ahí? Uno de los problemas más comunes a la hora de desarrollar una historia es crear personajes secundarios cuya única finalidad es darle una (mala) excusa a los protagonistas para que actúen: ese personaje que dice que le quedan tres días para jubilarse antes de tener una muerte horrible, la pareja que decide tener una cita romántica en una casa encantada o el personaje que aparece solo para comunicar una información de vital (o tal vez no tan vital) importancia. Suelen ser modos fáciles de hacer que avance la trama, pero están muy trillados y en algunas ocasiones, al hacer apariciones muy fugaces y poco desarrolladas, el lector no puede evitar preguntarse a qué venía su intervención en la historia. Normalmente, a poco que piensas un poco, se te ocurren modos de evitar el uso de estos personajes utilizando otros recursos más interesantes.

La clave de Kurt Vonnegut para crear personajes secundarios interesantes

Cómo crear buenos personajes secundarios

El escritor de ciencia ficción Kurt Vonnegut lo tenía muy claro. Él solía decir: «Justifica la presencia de cada uno de tus personajes. Todos deben querer algo, aunque solo sea un vaso de agua». Es muy importante que un personaje tenga objetivos. No es necesario que sean grandes objetivos, solo lógicos y acertados para la trama. Un personaje secundario puede ser ese barman que se pasa la noche secando vasos mientras escucha divagar al borracho. Pero no debe estar ahí simplemente para darle una excusa al autor para que el protagonista suelte un monólogo. Quizás el barman está deseando que el borracho se largue, quizás lo que dice el protagonista escandaliza a cualquiera con dos dedos de frente y le prohíben volver a pisar el bar. Quizás es un cliente tan fiel que con el tiempo se han hecho amigos y el protagonista siempre espera a que recoja el local para que no se quede solo antes de cerrar. Este personaje secundario sabe por qué aguanta al borracho, tiene un motivo para hacerlo y si eso se revela en la historia, aunque sea con un pequeño dato, haces crecer la historia. Un personaje secundario es, en realidad, el personaje principal de su propia historia y por lo tanto hace las cosas por algún motivo. Si el personaje carece de razones sólidas para estar en la historia, lo mejor es quitarlo.

Crear personajes secundarios que sigan existiendo lejos de los protagonistas

Al hilo de esto último, un error común es pensar en los personajes secundarios como si su existencia se limitase a lo que aparece en la narración. No hace falta que desarrollemos biografías enormes, ni que nos perdamos completamente en el desarrollo de un personaje que quizás solo aparecerá puntualmente en la historia, pero es interesante pensar que en esos momentos “fuera de plano” sus vidas siguen. En Alias Grace, de Margaret Atwood, tenemos a la madre del doctor Jordan, un personaje al que solo conocemos por las cartas que le escribe a su hijo. Por lo que nos cuenta no es difícil imaginarnos su vida: una viuda arruinada que ha vivido a la sombra de un marido despótico y manirroto, delicada de salud, de ideas anticuadas y que no entiende por qué su hijo se empeña en desarrollar una profesión moderna y mal pagada cuando hay negocios rentables y sencillos que podrían darle más dinero.

No cuesta imaginar a una mujer anciana, preocupada por su hijo, del que le gustaría recibir más noticias, que a estas alturas de su vida ya tiene poca vida social y apenas espera nada de su existencia, salvo quizás morirse con la tranquilidad de que su hijo tiene un buen futuro. Este personaje tiene varias funciones: nos da datos de la vida pasada del doctor Jordan, nos hace entender el motivo por el que se marchó de un hogar asfixiante donde, aunque lo querían, eran incapaces de comprenderle. También vemos los esfuerzos de un hijo por llevar adelante su propia vida sin causarle más preocupaciones de las necesarias a su madre. Cumple su función y además tiene su propia vida fuera de plano.

No los hagas desaparecer sin más explicaciones

A veces un personaje cumple su función en la historia y, por lo tanto, ya no tiene sentido que siga apareciendo en ella. Es pura lógica de la narrativa, pero siempre es interesante que cada personaje tenga un cierre apropiado. Si un personaje pasa una noche disfrutando de la hospitalidad de unos pastores, basta con que al marcharse se despida de ellos y les desee buena suerte. Si por el contrario dos amigos se despiden porque uno se va a estudiar a otro país, nunca está de más que se sepa qué ocurrió con el personaje que se quedó. Aunque sea con un pequeño detalle. Si un personaje que ha tenido cierto peso en la historia desaparece sin más y el lector se queda con la duda de qué fue de él, puede resultar muy anticlimático.

Quedan más cosas por decir sobre cómo escribir buenos personajes secundarios. Prometo un segundo artículo ampliando información y, si tienes mucha curiosidad, siempre le puedes echar un vistazo a nuestro curso de creación de personajes.

Concepción Perea

Concepción Perea Gómez es licenciada en humanidades y tiene un máster en creación literaria. Es escritora, lleva cinco años impartiendo clases de narrativa y forma parte de la organización del Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas. Es la autora de "La corte de los Espejos" (Fantascy, 2013), "El misterio de la Caja Bethel" (Fantascy 2014) y "La última primavera" (Runas, Alianza Editorial 2017).

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