En el primer artículo de esta serie comenté que: «los universos de los superhéroes son compartidos, persistentes y mantienen una coherencia que dura décadas». Ahora quiero volver sobre esta idea, pero no para hablar sobre personajes que conviven en una misma realidad; esta vez les toca a los autores compartir universos.Concebimos al escritor como alguien postrado ante el teclado de su ordenador o sentado en un rincón de una cafetería con un bloc de notas. Porque al fin y al cabo, al pensar en ellos imaginamos a un ser solitario. Esas mentes individuales suelen trabajar sobre un mismo lienzo común, nuestra realidad y nuestra historia. Pero, qué pasa cuando el mundo y los personajes que habitan la ficción han sido creados por el escritor: ¿pueden varios autores controlar el destino de un mismo personaje o universo imaginario? ¿Se ha dado comúnmente este fenómeno en la narrativa?
Un cadáver exquisito
Las primeras narrativas que desarrolla el ser humano son de transmisión oral. Por lo tanto, cada uno de esos nódulos que comparte la historia de hoguera en hoguera son a la vez coautores del universo mitológico que se genera. Con la llegada de la escritura, el patrón sigue inalterable durante un tiempo y el peso de la construcción de los mitos queda en manos de varios escritores. Pero no sé si podemos decir que construían, de forma consciente, un universo imaginario conjunto. Para ellos era, muy probablemente, un relato real e histórico.Se dice que dios dictó el Antiguo Testamento a sus profetas y los evangelistas plasmaron la vida y la palabra de Jesús en el Nuevo Testamento. Que nadie se moleste, pero no es muy distinto a lo que sucede ahora con las fanfictions. Un coro de autores/seguidores escriben sobre su ídolo y una institución/empresa propicia o limita la proliferación de esos textos. Al final, el peso del control narrativo recae sobre la institución religiosa, que es quien establece qué relatos pasan a formar parte del canon oficial de esa mitología.Con el paso de los años la figura de escritor/autor se fortalece y comienza a construirse esa imagen de persona solitaria que controla el devenir de sus personajes o universos ficticios. Tras el Renacimiento este es ya el modelo dominante. Aun así, a veces las creaciones escapan al control del autor. A Cervantes se le adelantó alguien que escribió, bajo seudónimo, una continuación apócrifa del Quijote. Historias parecidas se pueden explicar de otros personajes célebres como Alicia, Sherlock Holmes o Drácula.Es a caballo del siglo XIX y XX cuando toma forma casi definitivamente la idea de escritura colaborativa: autores que comparten una afinidad estilística o dialéctica se reúnen en grupos o corrientes artísticos como la Generación del 27 o Las sinsombrero. Si bien estos nombres son una generalización, muchos de sus integrantes tejían relaciones entre ellos en la academia y en la cafetería.La máxima expresión de este tipo de creación colectiva llegará de la mano de los surrealistas y su cadáver exquisito, una técnica que diseñaron para escribir un texto o una poesía entre varios autores. La idea es redactar un texto común, pero los diferentes participantes solo ven la parte del texto que enlaza con lo que empezarán a escribir. Federico García Lorca y Pablo Neruda usaron una técnica similar para construir una oda a Rubén Darío. Cada uno redactó su particular homenaje y después lo leyeron al unísono, intercalando las frases. El experimento recibió el nombre de discurso al alimón.Se me hace la boca agua al pensar en autores de la talla de Lorca y Neruda aunando esfuerzos para llevar adelante una obra de mayor calibre que un simple discurso. ¿Qué podría dar de sí una colaboración de ese tipo en el campo de la narrativa fantástica? Imaginad que los Inkligns (Tolkien, Lewis y compañía) decidieran compartir algo más que lecturas y escribieran algo en común. ¿Qué tipo de universo literario habría nacido de la suma de sus estilos y temáticas? Una vez más, la respuesta la he encontrado en los cómics de superhéroes.
Superhéroes franquicia
Los primeros autores de cómic dibujan y guionizan sus historietas. Podríamos decir que no se alejan mucho del arquetipo del escritor solitario. Y aunque esa opción sigue existiendo hoy en día, en seguida aparecieron los especialistas: dibujantes, guionistas, coloristas, rotuladores, entintadores… Como ya vimos, Superman tiene dos padres, Jerry Siegel y Joe Shutter. Batman fue creado por Bob Kane y Bill Finger. Desde su génesis los superhéroes nacen de la suma de esfuerzos de varias personas; son creaciones colectivas. Pero hay un factor aún más determinante: los autores no son propietarios de sus creaciones. Son las editoriales quien conservan los derechos de explotación. Las editoriales buscan continuamente nuevos talentos para que recojan el testigo en sus colecciones. A Jerry Siegel y Bob Kane les sucedieron multitud de guionistas. Buceando entre los nombres de estos sucesores que se han hecho cargo de Batman o Superman, encontramos a auténticos genios del cómic como Frank Miller, Grant Morrison, Mike Mignola o Warren Ellis. Incluso Garth Ennis, un prestigioso guionista que ha reconocido sentirse incómodo con la figura del superhéroe, no pudo resistirse y incluyó a Batman y a Superman en algunas entregas de Hitman.En Superman: ¿Qué le pasó al hombre del mañana? DC Comics encargó a Alan Moore que escribiera la despedida del personaje. Veintitrés años después, en 2009, le pidieron a Neil Gaiman que hiciera lo propio con Batman: ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?. Al tratarse de un hipotético cierre a las historias, en estas obras Moore y Gaiman no solo dan su propio punto de vista de los personajes, también establecen un diálogo con los guionistas y dibujantes que les han precedido.Centrando el foco en Marvel encontramos a los mismos autores consagrados. Es difícil no rendirse ante el atractivo económico y creativo que implica hacerse cargo de un pedazo de esos universos. En La casa de las ideas (así llaman a Marvel) encontramos series aparentemente menores como Runaways, en las que han trabajado guionistas de la talla de Brian K. Vaughan, Kathryn Immonen o Joss Whedon.En otras colecciones destacan actualmente autores y autoras muy interesantes. G. Willow Wilson, Jason Aaron, Kelly Sue DeConnick o Rick Remender son claros ejemplos del talento emergente que están aportando su granito de arena a los universos de los superhéroes. Aunque antes o después, surgen tensiones entre las editoriales y estos autores de prestigio, ya que nunca llegan a tener el control total de la obra.Los universos de superhéroes son supervisados por las editoriales con métodos parecidos a los que empleaban las religiones para controlar sus mitologías. Marvel y DC son las protectoras del canon que rige sendos universos. Sus mundos y personajes se convirtieron desde su inicio en grandes franquicias muy lucrativas. Desde su gestación, los derechos se vienen vendiendo para la explotación multiplataforma y los autores deben renunciar siempre a la propiedad de los nuevos personajes y conceptos que desarrollen.Cuando un equipo creativo se hace cargo de una serie preexistente, aporta nuevas ideas, pero ha de mantener una coherencia con el lore del universo y sus habitantes. Los encargados de regir ese control son los editores y sobre ellos planea la figura de editor en jefe, en el que recae la función de cohesionar todas las líneas del sello. Si a San Agustín le debemos reconocer que pusiera orden al canon bíblico, a Stan Lee (1941-1942 y 1945-1972) y Jim Shooter (1978-1987) les debemos gratitud infinita por ser los guardianes del universo 616 (universo principal de Marvel).Algunos guionistas y dibujantes no se sienten cómodos en este modelo. Se han asociado y han montado editoriales más pequeñas (Image, Dark Horse, Valiant, Skybound…), pero en ellas los autores vuelven a compartir universos. El resultado final es más o menos el mismo. Los mundos que agrupan a los superhéroes de DC y Marvel llevan en marcha más de 75 años. Los de las otras editoriales son más jóvenes, aunque ya cuentan con una o dos décadas. Exceptuando Millarword (a Mark Millar podemos darle de comer a parte), todos estos universos han sido sustentados por la creatividad colectiva.Si analizamos los universos de los superhéroes, no solo vemos la huella de sus múltiples padres. Son un perfecto mapa del inconsciente colectivo de la sociedad que los ha visto nacer y, precisamente ese era uno de los propósitos que buscaban los surrealistas cuando experimentaban con los cadáveres exquisitos.
¿Es una buena idea compartir universos?
El modelo de universo franquicia existe también en la literatura: Star Wars, Warhammer o Dungeons and Dragons son un ejemplo. Se trata de un fenómeno aislado, libros considerados de nicho que van dirigidos, casi exclusivamente, a los fans de la franquicia y pasan inadvertidos para el resto del público. Cuesta asociarlos a autores de prestigio.Por suerte, la idea de compartir universos narrativos ha seguido evolucionando más allá de la franquicia. Se intenta y se seguirá intentando. En nuestra casa podemos encontrar buenos ejemplos: doce autores profesionales coincidieron en una presentación en Barcelona y decidieron escribir una novela negra a veinticuatro manos, Negra y criminal (Zoela Ediciones, 2003). Varios escritores capitaneados por Darío Vilas crearon Simetría, una isla imaginaria en la que reunir personajes e historias oscuras. La Editorial Cerbero está intentando algo parecido con Sierra Norte, su serie/novela al estilo Netflix escrita por un nutrido grupo de autoras y autores.No es raro encontrar autores que deciden escribir una novela o una saga a cuatro manos y muchos se siguen juntando por afinidad, como harían en su día la Generación del 27 o los Inkligns. Hace doscientos años, un grupo de amigos decidió pasar unos días en Villa Diodati y de allí surgieron historias maravillosas como Frankenstein.La escritura colaborativa ha vuelto a avanzar con la llegada de la nuevas tecnologías. Wikipedia es una buena muestra de las posibilidades que esconde. Hay quien habla de nuevas narrativas donde el propio lector puede modificar la obra. Pau Ferrón nos explicaba en un artículo que «un juego de rol es una historia narrada de manera cooperativa entre varias personas que se reparten roles».La saga de novelas de superhéroes Wild cards nació en una partida de rol. George R. R. Martin se enamoró de uno de los personajes que había creado y propuso a sus compañeros de partida llevar sus personajes a la literatura. El grupo de escritores estaba formado por apasionados lectores de cómics. Desde que se concibió el proyecto en 1985 se han escrito ya más de veinte libros basados en el universo Wild cards. Algunos se han escrito a varias manos, otros tienen un único autor. El mismo Martin y Melinda Snodgrass se encargan de supervisar y guiar el proyecto.Hay que desterrar la idea del escritor solitario. Los superhéroes me han enseñado que los equipos también funcionan.
[…] era garantía de calidad y entretenimiento. Perdemos al guardián del Universo 616 (por aquí ya hablé sobre su legado como editor jefe). Perdemos a uno de los personajes más […]