Hasta siempre, Terry Pratchett

No recuerdo muy bien cómo llegó el primer libro de Terry Pratchett a mis manos, creo que alguien me lo prestó. Sí recuerdo a la perfección que era “¡Guardias! ¿Guardias?”. Aún no conocía al señor Terry Pratchett, ni a Neil Gaiman, ni a Tad Williams, ni a tantos otros autores que renovarían el género. Era una adolescente que empezaba a estar harta de los libros de fantasía que tenía a mano entonces, aburrida de que todas las historias me pareciesen sospechosamente iguales. Fue una época de lecturas grises.

Entonces llegó Terry Pratchett. Mejor dicho, llegó Zanahoria. Tengo grabada a fuego en la memoria esa memorable pelea de taberna, con los enanos dándose mamporrazos (como se supone que debe hacer un enano) cuando el gigante pelirrojo detiene la batalla campal haciendo que recuerden a sus venerables madres, esas que se avergonzarían del comportamientos de sus angelitos. La trifulca acaba entre llantos y abrazos mientras tú haces un enorme descubrimiento: incluso el más curtido herrero de las Montañas Azules tiene madre, y tal vez, un cariñoso gatito al que mimar. Sinceramente, fue una revelación.

Recuerdo reírme muchísimo con aquel libro, reconocer tópicos y referencias, ver los clichés de la literatura fantástica hábilmente retorcidos. Para mí, aquellas portadas de colores chillones se convirtieron en un reclamo. Eran una llamada a la lucidez, a la crítica hábil, pero también una visión optimista de la vida, y ¿por qué no?, de la muerte. Con Terry Pratchett  apareció un modo distinto de ver y entender la literatura fantástica, comprendí que no tenía por qué existir un canon, ni si quiera una temática fija. Además, me di cuenta de que el humor no estaba reñido con el arte de contar una buena historia. De la mano de Terry Pratchett descubría además otras lecturas y dejé de tomarme tan en serio las novelas de espada y brujería. Creo que si no hubiese conocido el DiscoMundo no hubiese escrito “La Corte de los Espejos”, y estoy segura de que hay muchos otros autores que piensan igual.

El legado de Terry Pratchett

El legado de Terry Pratchett es enorme. Su primera novela apareció en 1983 y desde entonces ha escrito más de setenta obras, hagan cálculos. Llevar ese ritmo sin perder pulso, sin que se te agoten las ideas, haciendo crecer cada vez más y más tu propio universo es una hazaña que no le conozco a ningún otro autor. Se rumorea que el 1% de  las novelas de ficción de Reino Unido están firmadas por el hombre del sombrero; hagan cálculos otra vez, se quedarán con la boca abierta. Pero por si eso fuese poco, dobló su producción al conocer que sufría alzheimer. Tenía aún mucho que escribir y era dolorosamente consciente de que se le acababa el tiempo.

No solo va a dejarnos un inmenso legado literario, no solo revolucionó la literatura fantástica y nos abrió los ojos a tantos y tantos escritores. Además, pasó los últimos años de su vida luchando en una batalla que él ya tenía perdida: la investigación sobre la enfermedad de alzheimer, además de hacer el documental “Choosing to Die” para hablar de la eutanasia. No debería extrañarnos que un hombre que supo retratar a la muerte con tanta lucidez y tanto humor fuese un firme partidario de elegir el momento en el que abrazarse a ella. Solo alguien como él podía hablar con tanta honestidad de algo que sigue siendo un tabú inexplicable en nuestro días.

La Despedida

Sir Terence David John Pratchett se ha marchado. Su hija explicaba en un emotivo twit cómo había cogido del brazo a la muerte para cruzar su última puerta y nos pedía a sus lectores que los recordásemos con risas y bromas. Y creo que es lo que él habría preferido. Una de sus mejores frases decía:

“La vida de una persona sí pasa delante de sus ojos antes de morir. El proceso se llama «Vida».

Sin duda, aprovechó la máximo la suya, y cambio la mía. Hasta siempre, Sir Terry.