No hay Navidad sin que varias editoriales saquen una nueva edición de “Cuento de Navidad” de Dickens, o sin que en la televisión programen una de sus muchas adaptaciones cinematográficas. En resumidas cuentas: No hay navidad sin Dickens y es algo que lleva ocurriendo desde que apareciese la primera edición de este popular relato en 1843. Y eso es porque Dickens es el hombre que salvó la Navidad.
Los antecedentes
«De todas las antiguas fiestas, la de Navidad es, con mucho, la que nos despierta las asociaciones mentales más fuertes y sinceras. Hay un sentimiento de naturaleza solemne y sagrada que se funde con nuestra cordialidad, elevando el espíritu a un estado de gozo sublime y beatífico». Este es comienzo de un relato de Washington Irving “Vieja Navidad” en la que un narrador anónimo norteamericano celebra estas entrañables fiestas en la Inglaterra rural, en una típica mansión de campo que pertenece a la familia Bracebridge.Este relato, publicado en 1820 en un libro titulado “The sketch book of Geoffrey Crayon”, que recogía ensayos y relatos, entre ellos dos de sus obras más célebres: “La leyenda de Sleepy Hollow” y “Rick Van Winkle”. Este relato gozaría de una enorme popularidad en Gran Bretaña, Lord Byron aseguraba que se lo sabía de memoria y no pocos románticos celebraban la ternura y Dickens también lo alabaría.Con “Vieja Navidad” Irving conseguiría revivir la tradición navideña estadounidense como gran recopilador del folclore y las tradiciones que la vieja Europa dejó en su joven país, si hoy los jóvenes americanos se besan bajo el muérdago es porque así lo cuenta Irving en este relato, y casi veinte años más tarde, Dickens también lo narraría en su “Cuento de Navidad”.Muchos aseguran que Irving inventó la nostalgia navideña. En la América colonial los Puritanos de Nueva Inglaterra rechazaron la Navidad, y su celebración fue declarada ilegal en Boston de 1659 a 1681. Después de la Revolución americana, en los Estados Unidos, la Navidad se entiende como una costumbre inglesa que va perdiendo importancia. Llegados al siglo XIX, vemos cómo la celebración de la Navidad se estaba quedando en una costumbre religiosa más, sin nada de especial. Hasta que el cuento de Irving prendió el fuego de esta nostalgia.
Mientras tanto, en Gran Bretaña
Durante la Reforma protestante los sectores ingleses más puritanos rechazaron la fiesta del nacimiento de Jesús por su vinculación al catolicismo, algunas iglesias protestantes acabarían por prohibirla y en 1647 durante la Guerra civil inglesa, los gobernantes puritanos ingleses prohíben la celebración de la natividad de Jesús. Este prohibición no logró calar entre la población y la fiesta vuelve a restaurarse en 1660. Pero el daño ya estaba hecho: muchos de los miembros del clero reformista siguieron los argumentos puritanos y continuaron rechazando la celebración de la navidad. Para ellos el día 25 se convirtió en un día de descanso, que se dedicaba a actividades sencillas y poca o ninguna celebración. Al menos en las áreas urbanas, en las zonas rurales la navidad seguiría siendo una celebración importante.No sería hasta el siglo XIX cuando la revolución industrial nueve a la gente desde el campo a la ciudades cuando la navidad vuelve a tomar fuerza. Un hecho histórico en particular tuvo una gran importancia en esta recuperación navideña: la boda de la joven reina Victoria con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia-Cobuergo-Gotha en 1840. La pareja real se convirtió de inmediato en una imagen ideal del amor y la convivencia familiar. Alberto traería algunas tradiciones navideñas alemanas como las viejas canciones o el abeto. La reina y su familia celebraban la navidad por todo lo alto y lo mismo hicieron sus súbditos.En 1843 Dickens escribió Cuento de Navidad, que pretendía, “…despertar antiguos pensamientos de amor”. Dickens aprovecha la celebración religiosa de la antigua Navidad para tratar de unir a las familias con el espíritu del amor y la caridad. El autor retoma la antorcha de Irving para reavivar la fuerza de estas fiestas, recuperar tradiciones rurales y, sobre todo, denunciar la realidad social inglesa. De este modo adquiere un importante compromiso, describiendo la navidad como un tiempo en el que esas diferencias sociales se hacían más acusadas. El escritor logra que sus lectores sean conscientes del desarraigo de las clases trabajadoras y promueve la caridad hacía los más desfavorecidos, no solo como iniciativa particular, sino también estatal.
El hombre que salvó la Navidad
“El cuento de navidad” se convirtió pronto en una lectura tradicional navideña, de una primera tirada salió a la calle el 17 de diciembre de 1943, vendió seis mil copias y se convirtió en el primer best seller de venta rápida de la historia. Aunque Dickens no logró ver muchas ganancias a esta primera tirada, sí lo haría con la segunda, al año siguiente, que vendió unas quince mil copias en toda Gran Bretaña. Con este texto Dickens inició una serie de relatos navideños que aumentaron su popularidad como autor. Las editoriales vieron rápidamente el filón de la literatura navideña y comenzaron a sacar ediciones especiales, a precios económicos de todo tipo de relatos con esta temática.En Gran Bretaña las editoriales comenzaron a contar el inicio del año con la publicación de los libros que formarían parte de sus “campañas navideñas” en las que habría novelas, novelas por entregas, e incluso recopilatorios con los villancicos más populares. Este sirvió para recuperar obras que hoy consideramos clásicos como “El cascanueces y el rey de los ratones” (1816), de Ernest Theodor Amadeus Hoffman. Que inspiraría a Chaikovski para crear uno de los ballets más célebres de la historia. Y luego se le unirían los clásicos “El soldadito de plomo” o “La niña de los fósforos”, de Andersen, “Cuento de Navidad”, de Guy de Maupassant y “el gigante egoísta”o “El príncipe feliz” de Oscar Wilde.Es muy interesante leer el libro «El hombre que salvó la navidad» de Les Standiford que cuenta las penalidades que sufrió Dickens para publicar su célebre obra navideña y convertirse así, literalmente, en el hombre que salvó la Navidad.
Siguiendo la tradición
Fueron muchos los autores que después se subieron al carro de los relatos navideños, cada cual a su estilo y a su modo, Agatha Christhie escribió dos relatos de su famoso detective Hércules Poirot “Navidades trágicas” (1939) y “El pudding de Navidad” (1960). Truman Capote narraría su infancia sureña en la obra “Tres cuentos”(1956) son historias tiernas de la navidad de un niño abandonado por sus padres y criado por familiares totalmente disfuncionales. Y merece la pena nombrar una de las obras más desconocidas (y hermosas) de J.R. R Tolkien “Cartas a Papá Noel” (1920-1943) en la que Tolkien escribió e ilustró para sus hijos estas cartas en las que, haciéndose pasar por Papá Noel, contaba las aventuras que vivía en el Polo Norte junto a su oso Karhu.En España destacan “Nochebuena”, de Valle-Inclán, “La estrella blanca” de Emilia Pardo Bazán, “Lo que lleva el rey Gaspar”, de Azorín; “La mula y el buey”, de Pérez Galdós, “Cuento de Nochebuena”, de Rubén Darío o “El regalo de la inocencia” de Concha Espina.
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