Hace unos días os hablaba de cómo empezar a escribir y hoy me gustaría continuar con el que, creo, es el siguiente paso una vez hemos establecido una premisa; la idea controladora.
Y si queréis una explicación sencilla, os dejo aquí el enlace a nuestro video de Instagram sobre este tema.
¿Qué es la idea controladora?
A menudo se pregunta a los autores si son «de mapa» o «de brújula» para referirse si planifican o no. En este contexto la brújula es un concepto vago de a dónde queremos que llegue la historia. ¿Pero en qué consiste realmente esa «brújula»? ¿Es una idea del final? ¿Es una escena concreta? ¿Es una dirección general?No sé si nadie antes ha unido los dos conceptos, pero yo voy a hacerlo. Lo que normalmente muchos llaman «brújula» debería ser lo que en dramaturgia se llama la idea controladora.La idea controladora es la sensación final que queremos que nuestra historia le deje al lector. Tan simple, y a la vez tan complicado, como eso. Con esa idea en la cabeza (y enganchada en un post-it en el monitor, la máquina de escribir o el cuaderno), construimos todas y cada una de las escenas, todos y cada uno de los personajes, todo lo que vamos a contar.
¿De qué nos sirve tener esa brújula?
En pocas palabras, le da sentido a la historia que estamos contando. Por eso la idea controladora no es una escena concreta ni un concepto de cómo debe terminar la historia, es una emoción. La emoción que queremos dejarle al lector cuando cierre el libro. Responder a la pregunta de qué queremos que sienta el lector no es una tontería. En última instancia, la emoción que seamos capaces de transmitirle al lector será lo que consiga que nuestra historia sea memorable. Si no siente nada, se olvidará de ella tan pronto la termine.Cuando tenemos clara esa emoción final, es cuando podemos desatar toda nuestra creatividad para conjurarla.
La idea y la contraidea
Partiendo de la idea controladora, podemos crear nuestra historia como un péndulo que va oscilando entre la idea (lo que queremos que el lector sienta al terminal la historia) y la contraidea. La contraidea, como su propio nombre indica, es la emoción contraria, aquello que en el fondo preocupará al lector y lo que considerará, probablemente, el «peor resultado posible».Pongamos un ejemplo para que las cosas sean más claras. Partimos de una premisa, una historia de venganza. Se han escrito muchas, pero es un tema universal, algo que todos los seres humanos experimentaremos tarde o temprano, el deseo de vengarnos del daño que nos han hecho.Ahora definimos la idea controladora: satisfacción. Queremos que el lector sienta que el viaje, el sufrimiento y el precio que los personajes han tenido que pagar para lograr su venganza han valido la pena. La venganza será la liberación y la cartarsis de nuestro protagonista.La contraidea sería el concepto que más se suele usar en las historias de venganza, que no compensa. El antiguo proverbio de «si sales a buscar venganza, cava dos tumbas».Conforme vayamos desarrollando la historias, las escenas deben ir apoyando, alternativamente, idea y contraidea. De tal modo la experiencia emocional del lector oscila entre las dos opciones que le ofrecemos, cada vez de manera más intensa y rápida, hasta que, finalmente, en el clímax, descartamos la contraidea y nos quedamos con la idea controladora, el objetivo para el que hemos escrito toda la historia.
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