¡Hola, persona! Hoy vamos a hablar de un tema espinoso pero necesario: la igualdad en la fantasía. Sí, ya sé que es fácil hacerlo siendo un hombre blanco heterosexual. Intentaré no meter la pata. Como siempre hacemos en este pequeño rincón de Internet, tomaremos como base Malaz. No finjas sorpresa, que ya nos conocemos a estas alturas.
Pero antes… ¡a pagar deudas del pasado!
El síndrome del impostor
En el último artículo adelanté que este iría sobre el síndrome del impostor. Pero oye, uno siempre puede recapacitar. Ya hay mucho sobre eso en Internet, así que voy a condensar lo que quería contar en un parrafito. O en varios. Seguramente será en varios, y no serán parrafitos, que me conozco.
El síndrome del impostor es algo común, le pasa a (casi) todo el mundo, salvo a los que tienen el ego subidito y a prueba de misiles nucleares. Sin ir más lejos, uno pensaría que alguien que tiene las reverendas narices de publicar una saga como es El Libro de los Caídos no debería tener problemas de inseguridad, ¿verdad? A fin de cuentas, se ha planteado, por pura ambición personal, sacar una de las sagas más complejas (si no la más) de la fantasía.
Pues no.
La segunda saga (aún inconclusa) de Erikson, Karkhanas, aborda un estilo intencionadamente más denso y arcaico (según sus propias palabras, estuvo leyendo a Shakespeare y coetáneos suyos para empaparse de los modos de la época y la cadencia de las oraciones en las declamaciones). ¿Por qué? Porque era lo que quería para esa saga. ¿Consecuencias? Se vendió menos que los Caídos y… a Erikson le atacó el impostor. Tanto que dejó el tercer libro sin escribir y no ha sido hasta ahora, seis años después de la publicación del segundo, cuando ha conseguido superar ese bache anímico producido por la acogida de la saga. Sentía que para qué, si total, «era una mierda, ¿no?».
Si lo tuvo un escritor de éxito mundial como él, ¿cómo no voy a tenerlo yo? ¿Cómo no vas a tenerlo tú? Es normal. La clave es luchar contra él (contra el impostor), sin engreimientos y sin exceso de vanidad. Simplemente, combatirlo como a un catarro: sabiendo que es normal y que en algún momento lo vas a coger.
Ahora sí, vamos al turrón.
Le entran sudores fríos.
Igualdad en la fantasía: igualdad de género
Fantasía + escrito por un señor = Mujeres con tanga de acero y pezoneras por armadura
¿No?
Es un lastre que se vio potenciado por los videojuegos. Las mujeres deben ser sexis, enseñar mucha carne al enemigo (que, por supuesto siempre lanzará el tajo o la flecha a ese único metro cuadrado de armadura que presenta su rival) y ser sexis. ¿He dicho ya que deben ser sexis? Ah, también deben acabar siendo, pese a todas las habilidades que tengan, la princesa en apuros para que el intrépido y audaz protagonista pueda salvarlas. Y, a ser posible, alguna tiene que morir al principio para dar inicio a la historia. Por supuesto, las mujeres deben ser metomentodo, impertinentes, mandonas, irascibles, inseguras y catalizadoras de un buen montón de problemas para el héroe. Ah, y sexis.
¿Cuántos libros has podido identificar aquí? ¿Cuántas series? ¿Cuántos videojuegos?
Por fortuna, los tiempos están cambiando. Pero hay un sitio en el que empezaron a cambiar (y, lo sé, no fue el único, pero es de lo que hablamos aquí) hace ya unos cuantos años.
¿Te imaginas que no fuera Malaz? No, hombre, no. ¿Por quién me has tomado?
¿Todo es igualitario en un mundo de igualdad?
No.
¿Hay igualdad de género en los libros de Malaz? Absoluta. Casi todos los personajes (salvo unos pocos, que son lo que son porque llevan asociadas algunas críticas concretas a las tradiciones culturales de sus pueblos) podrían tener su género marcado por una tirada de dados. Y no descarto que en muchos casos fuera así.
Esto no quiere decir que no haya sociedades patriarcales y machistas o sociedades matriarcales en las que el hombre es poco más que un almacén de esperma para mantener la línea dinástica. Las hay. Pero siempre que aparece algo no igualitario es para criticarlo, para ponerlo frente a un espejo y machacar tanto la barbarie o la injusticia del acto que el lector en ocasiones se ve profundamente afectado (sí, sanguaza, te estoy mirando a ti) y debe dejar de leer para respirar.
Ni qué decir tiene que lo normativo es casi lo no normativo. Una de las primeras mujeres que vemos es Velajada, descrita como grande, de ojos pesados, mofletuda y rellenita. Y también como una persona tremendamente atractiva para la mayoría de los hombres. Porque lo normativo no existe en Malaz. Lo mismo sucede más adelante tanto con hombres como con mujeres, pero, si enumero todos los casos, esto se hace más largo que la propia saga.
Y, sí, hay mujeres en lo más alto del poder, pero no por cumplir cuotas, ni para demostrar que el mundo es superguay. Ni te lo planteas mientras lees, porque desde el primer momento ya se ve esa igualdad.
Igualdad en la fantasía: igualdad racial
Bárbaros blancos al norte. Violentos, sanguinarios y organizados en clanes. Vikingos, vaya.
Hordas de incontables guerreros esclavos, mercenarios y jinetes de élite al este. Con un abanico de tonos de piel desde el muy oscuro hasta el cetrino. Pero no blanco, eh, ojo. ¡¡Jamás!! Los blancos son nobles y, si acaso, aguerridos (ver el párrafo anterior), nunca se mezclarían con esa chusma con dioses emperadores del este.
Decadencia al sur, marcada por una religión opresiva y violenta. Evidentemente, gente de piel oscura. No existen los hombres blancos para llevarles la ansiada civilización, ya tú sabes.
Te suena, ¿no? ¿Cuántas historias replican la estructura sociogeográfica de Europa (con todos sus prejuicios) y alrededores, como si no fuera posible ninguna otra distribución en ningún rincón del Multiverso?
Bueno, eso también queda fuera. Y no solo eso. Cuando te paras a pensarlo, la mayoría de los protagonistas relevantes en Malaz son negros, azules (sí, azules, has leído bien), marrones, de rasgos orientales… ¿Todos? No, todos no. Hay blancos, claro que los hay. Pero la variedad racial es, desde el principio, abrumadora.
¿Y sabes qué? No cumplen estereotipos raciales heredados del mundo real. Porque, eh, prepárate que aquí viene un secreto de esos que pasan de generación en generación, en el más secreto de los secretos: no tiene sentido hacerlo. El mundo real es como es. Tu mundo inventado, un lienzo en blanco. No repliques los mismos errores que nosotros hemos cometido, no hace falta.
Como bonus track alejado de Malaz: Terramar. El momento en el que te das cuenta de que Ged es negro y tú te lo habías imaginado blanco porque, claro, es el héroe, ¿cómo va a ser negro? Ese momento. Es una patada en el estómago que te hace saltar todos los prejuicios a la cara.
Igualdad en la fantasía: igualdad sexual
El mundo real ha sido un lugar terriblemente homófobo. Aún hoy en día lo es. Eso, evidentemente, genera determinadas circunstancias personales en los miembros del colectivo que les llevan a pasar miedo en determinadas situaciones y contextos, a ocultar su orientación sexual, a sentirse inseguros…
Usualmente, ese tipo de traumas, inseguridades y miedos suelen trasladarse al mundo ficticio, para representar la situación en la que el colectivo se encuentra en el mundo real.
Ahora bien, ¿qué pasa si en el mundo ficticio las relaciones no heterosexuales están completamente normalizadas? Pues que se alcanza la igualdad plena. En la saga hay mujeres y hombres heterosexuales, homosexuales y bisexuales. Y no arrastran traumas ni inseguridades por lo que son, nadie se escandaliza, nadie quiere agredir a nadie por ser lo que es, ni tiene siempre un insulto en la boca preparado. Ya sabes qué clase de insultos. Igual que en los apartados anteriores, sí, hay pueblos que no toleran la homosexualidad. Y se les muestra como intolerantes retrógrados. Son, eso sí, la excepción necesaria para criticar la intolerancia.
Como resumen, creo que tenemos mucho que aprender de la gestión de estas igualdades y desigualdades. Al final, la mejor manera de mostrar que algo es normal, que no se es diferente por ser una cosa u otra, sino que todos somos iguales independientemente del género, orientación sexual, raza o religión es, precisamente, esta: mostrar esa igualdad. Que nadie hable de ella. Que se vea.
Porque, si el mundo es igualitario, nadie comenta esa igualdad. Viven en ella. Nadie destaca que «jo, qué inclusivos somos», porque no son inclusivos. Simplemente, tienen tan interiorizada la igualdad que no se plantean que haya que incluir a nadie en ningún sitio. Todos están, por defecto, dentro. Creo que a eso es a lo que deberíamos aspirar, a que la inclusión no sea necesaria, porque esté completamente interiorizada la diversidad, en todos los sentidos.
Bueno, se acabó por hoy. Lo dicho, espero no haber metido la pata hasta el sobaco.
El capitán del barco malazano se ha visto de pronto inmerso en la senda inundada de Naciente. Veremos cómo sale de aquí.
Próxima parada: Ejem. Tenemos que hablar. No eres tú, soy yo. De aquí en adelante puede que cambie el contenido de estos artículos. O puede que no. Tengo que ver de qué otras cosas interesantes puedo hablar sobre Malaz. Oponn proveerá.
Mientras tanto, y sea lo que sea, ¡no te olvides de traer cerveza!
Hola mi gente ?
Si les gusta la lectura o quieren empezar a leer, les comparto esta novela de ficción urbana que los trasladará a una ciudad llena de alcohol, punk y vida nocturna ? (Link en la Descripción ⬇️)
?SIN RUMBO Y LUGAR POR LAS CALLES DE LA CIUDAD | #DanielRodriJara
Tras renunciar a su trabajo en una reconocida agencia creativa, Marco un joven y talentoso publicista, se ve envuelto en la monotonía y los delirios existenciales que le acosan con El Paso del tiempo. Al intentar salir de su zona de confort, nuestro protagonista emprende un viaje introspectivo y de autodescubrimiento, que logrará fundir el mundo onírico y la psicodelia con la oscura e inmisericorde realidad. Una realidad, que al igual que esta novela, no es lo que parece. (LINK ⏬)
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