Juliana Vargas

Joseph Brodsky: Canto a los poetas

Desde el otro lado del... | Reseñas

Libros en el mundo

Cuando el poeta Joseph Brodsky abandonó la Unión Soviética, tan sólo se llevó una maleta y un poemario de John Donne. No se llevó más, porque este mundo lo que necesita es libros, libros por montones. Joseph Brodsky incluso llegó a pensar que deberían cambiar los congresos por bibliotecas, y que llenaran las aulas, y las casas, y los parques y las calles.Que el mundo esté lleno de libros, porque somos seres estéticos antes que éticos; porque así y sólo así se agudizará nuestro enfoque moral y seremos más libres. Como dijo Dostoievski, “la belleza salvará a la humanidad”. Sólo así, por fin seremos la sociedad que queremos ser, pues, si eligiéramos a nuestros políticos por su experiencia lectora, habría mucho menos dolor en el mundo. Al parecer de Brodsky, a los posibles rectores de nuestros destinos habría que preguntarles su opinión sobre Stendhal, Dickens o Dostoievski. La literatura es el antídoto contra las soluciones sumarias que rechazan el individualismo de cada quien.Más aún, hay un género literario en particular que dota de misticismo divino a la literatura, y Brodsky habla de él como si fuera alguna especie de profeta.

La poesía, aquella amante invisible

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Lo primero que hay que decir de la poesía es que nos invita a una conversación íntima y entabla con cada uno de nosotros una relación directa, sin intermediarios. Claro, esto podría decirse de toda obra literaria, pero la importancia de la poesía radica en su fin divino, porque, en última instancia, el poeta es el medio de supervivencia de la lengua y de nosotros mismos.Desde los mitos de la creación hasta los poemas sobre libertad y amor, el poeta es una especie nueva entre el adivino y semidiós y, de hecho, así lo entendían los antiguos griegos. La Musa, hija de Zeus y la diosa de la memoria era impalpable y se manifestaba a través de la voz del poeta. Así, la Musa se convertía en la lengua misma. Así, el poeta se convirtió en el medio de supervivencia de la lengua, y eventualmente, de nosotros mismos.Pero esta función mística tiene un precio. El poeta, más que cualquier otro escritor, paga con su vida si quiere escribir. Debe utilizar el conocimiento analítico, intuitivo y el de la revelación, debe llegar a donde nadie más ha llegado. Su mente, sus emociones y su concepción del mundo se ven trastocadas; el poeta no vuelve a ser el mismo, ahora es humano y adivino y semidiós.

Joseph Brodsky quiere más poemas en el mundo

Como si fuera una oración literaria, el poema es un acto de amor, el amor que siente la lengua por un fragmento de realidad. Si algún día se cumple de Joseph Brodsky, la mayoría de obras literarias que lloverán en escuelas, viviendas, parques y congresos serán poemas, poemas por doquier que celebren nuestra debilidad, nuestros anhelos y nuestra

Juliana Vargas

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