A menudo me molesta la percepción que tiene la gente de que cualquier relato futurista, en el salga cualquier atisbo de tecnología, puede considerarse ya ciencia ficción. Pero seamos sinceros, la parte de la «ficción» en la ciencia ficción es la parte sencilla. Allí es donde se encuentra la narrativa, los elementos que harán que la historia sea interesante, atrape al lector y le permita disfrutar de lo que estamos contando. La ciencia, sin embargo… La ciencia es algo totalmente distinto.
La fina línea entre la ciencia ficción y la space opera
La Space Opera no es más que la evolución natural de las novelas de aventuras adaptadas a entornos futuristas. Se la considera un sub-género de la ciencia ficción, aunque eso es algo discutible. Para mí, la space opera es ciencia ficción sin ciencia. Eso no tiene nada de malo per se, soy el primero en disfrutar de películas como Star Wars o series como Firefly. Historias de aventuras en un entorno del espacio en el que no se entra en el sentido y la naturaleza de la tecnología.
Sin embargo no puede quitarse la mitad de un género y argumentar que sigue siendo el mismo género. Y cada vez es más habitual que las obras que son etiquetadas como «ciencia ficción» no sean más que space operas o meros relatos de ficción futurista, sin ningún respeto por lo que es la base del género, la utilización de la ciencia, la ciencia real, para dotar de verosimilitud al relato.
La lacra de la documentación
Cada vez más autores confunden la documentación con la verosimilitud. Una de las novelas con las que más me he encontrado ese problema últimamente es con «Seveneves» de Neal Stephenson. Hay una dosis de documentación y ciencia excesiva. Prácticamente parece que el autor quiera golpearnos con toda la documentación que ha reunido sobre vuelo orbital y partículas calientes. Impresionarnos con todo lo que ha «aprendido» pero olvidando que en algún momento todo ello debería dar verosimilitud a la obra, hacer que resulte creíble al lector.
El mayor problema es que toda esa documentación no ayuda a que algunos de los puntos más críticos de la novela tengan sentido. Es más, hace que te preguntes cómo es posible que alguien que ha dedicado tanto tiempo a contarte cuánto se puede contar de cómo un módulo se mueve en el espacio, no se preocupe en que las cosas que ocurren en su novela no sean topicazos del género o, directamente, permita que sus personajes actúen del modo más absurdo posible, como durante la elección de las Siete Evas, en la que una de ellas jura que hará lo posible para que sus descendientes siembre el caos en el nuevo mundo que construirán y el resto, en lugar de echarla por una escotilla, le permiten seguir adelante con su plan. Algo que, evidentemente, tras una elipsis de 3000 años, provocará un conflicto todavía más absurdo.
Aprender a usar la ciencia
Cuando escribimos una novela el objetivo no consiste en demostrar cuánto sabemos o cuánto nos hemos documentado durante la planificación; intentamos contar una historia, una historia que invariablemente va a hablar sobre la naturaleza de la humanidad, del potencial de la tecnología y de cómo creemos que puede ser el futuro. Especulamos, por supuesto, pero en base a todo aquello que nos parece coherente. Intentamos que el futuro que dibujamos tenga sentido partiendo de lo que sabemos del universo, de los campos de investigación más recientes y de los estudios que puedan inspirarnos.
En este sentido la ciencia sustentará nuestras hipótesis, nos ayudará a explicar todo aquello que imaginemos para que el lector comprenda cómo es el mundo que hemos creado y, sobretodo, dará una verdadera coherencia al conjunto. Eso significa que necesitamos la ciencia para que nuestra historia funcione y sea creíble. Pero eso no se limita a la tecnología y al mundo, sino también a los personajes y a la propia trama. De nada nos sirve, como en Seveneves, introducir grandes explicaciones sobre mecánica orbital si luego la historia carece de sentido.
La ciencia no es sólo una herramienta al servicio de la historia; es una manera de ver el mundo, es una declaración de nuestro esfuerzo para construir una trama coherente a todos los niveles, ambiciosa y realista incluso cuando estamos especulando sobre el futuro.
De modo que la próxima ves que leáis o escribáis algo etiquetado como ciencia ficción, pensad primero si lo que tenéis entre manos intenta ser una verdadera obra de especulación sobre el futuro o no es más que una space opera descerebrada o una novelilla de aventuras ambientada en un futuro «no muy lejano». Porque eso… Eso no es la verdadera ciencia ficción.
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