¿Qué es una redundancia?
Dice nuestra amiga la RAE que es demasiada abundancia de cualquiera cosa o una repetición de una palabra o concepto o de información contenida en un mensaje.
Y es que la mayoría nos hemos acostumbrado a decir ciertas frases hechas o a repetir ciertos conceptos que, si se analizan, no tienen ningún sentido. Pero partamos de la base de que nuestro idioma en sí es redundante, por lo menos, el hablado. Así nos aseguramos de que la otra persona entienda lo que le estamos contando y le damos el énfasis necesario para que lo recuerde. Sin embargo, en el idioma escrito no hace falta porque no se pierde tanta información por el camino. Así que vamos ahorrarnos unas cuantas palabras y bastante energía a la hora de escribir.
Sobre la redundancia y las formas de evitarla
¿Cómo lo hago?
A veces, no estamos seguros de que el lector entienda lo que le queremos contar a la primera y no solo repetimos palabras que significan lo mismo, también tendemos a realizarlo con los conceptos. Igual debemos confiar más en sus capacidades o le aburriremos soberanamente. Aún así, encontrar el equilibrio a la hora de sugerir sin mostrar todas tus cartas y que además todo quede claro, es complicado. Para eso no hay fórmulas mágicas, sino lectores cero que nos digan si la historia se puede mejorar.
No sé alguno sabe que la redundancia también se puede llamar pleonasmo, pero así es. Y que no necesariamente es incorrecta. Un pleonasmo es una figura retórica en la que la repetición de palabras y conceptos se usa para dotar de mayor expresividad y belleza a lo que contamos.
¿Cuándo evitar la redundancia y cuándo utilizar un pleonasmo?
Todo es cuestión de estilo. Hazte estas preguntas:
1- ¿Utilizo la redundancia para dar énfasis a lo que quiero decir?
2- ¿Puedo decir lo mismo con menos palabras y que quede totalmente claro, sin ambigüedades?
3- ¿Aporta fuerza y expresividad a la narración?
Ejemplos de redundancia
Si en un texto de tintes poéticos os encontráis con… «Temprano madrugó la madrugada». No creo que nadie piense que es una redundancia que haya que suprimir.
Pero, si un texto leéis…
Subimos hacia arriba/ Proseguir adelante/ Anciano viejo/ Colofón final/ Canto canciones/ Hemorragia sanguínea/ Abajo suscrito/ Acceso de entrada/ Adelantar un anticipo/ Autopsia de un cadáver/ Deambular sin rumbo/ Exportar a otros países/ Introducirse dentro/ Reconocido prestigio…
¿Se puede suprimir una de las palabras sin que el sentido cambie? ¿Cuántas de estas fórmulas habéis leído por ahí?
Para evitar estas redundancias, debemos elegir con precisión los términos necesarios para nuestro texto. Y no solo eso, sino tener muy claro su significado para evitar lo innecesario y su utilización incorrecta.
En otros casos, la redundancia es necesaria para acotar la información a un caso concreto dependiendo del contexto.
Ejemplos
«Persona humana». Está clarísimo que una persona siempre será humana. Pero, ¿y si estamos hablando de crímenes de guerra y cuestionando la humanidad de ciertas personas? Igual quiero expresar énfasis ante ese asunto, sobre todo si pongo esta locución en boca de uno de mis protagonistas.
«Accidente fortuito». Por definición, todos los accidentes son fortuitos en el sentido de que son inesperados. Sin embargo, si nos referimos al ámbito de los seguros, existen diferencias entre fortuito y accidental. En este caso pondríamos accidente fortuito para especificar un cierto tipo de accidente.
«Yo mismo lo vi, con mis propios ojos». Normalmente, si vemos algo lo hacemos con nuestros ojos. Pero, ¿no os estáis imaginando al personaje, alterado y gesticulando, metiéndose el dedo en la conjuntiva para expresar que no nos está contando algo que haya oído por ahí, sino que es testigo directo?
Resumiendo…
Cuidado con las repeticiones y las aclaraciones innecesarias. Pueden imprimir un ritmo muy lento a un texto y hacer que el lector lo encuentre aburrido. ¡Señores! Ante todo, concisión y precisión.
Y con esta imagen tan esclarecedora… ¡Hasta la próxima entrega!
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