Regresamos con otro artículo sobre héroes y literatura. Esta vez, hablaremos de uno de los conceptos esenciales de este arquetipo: el viaje y la transformación del héroe.
¡Hola de nuevo! Hoy os traigo la segunda parte del artículo que escribí hace un mes sobre los héroes en la literatura fantástica y de ciencia ficción. Este es el segundo en una serie de tres entradas en las que quiero ayudaros a comprender un poco mejor la figura del héroe clásico en la literatura, y qué técnicas podemos utilizar para hacer que nuestros héroes sean personajes interesantes y merecedores de la atención de los lectores, que vayan más allá de los tópicos y los clichés.Hoy, vamos a abordar uno de los temas más manidos: el viaje del héroe. ¿Y qué es el viaje del héroe? Pues, a grandes rasgos, es un concepto inventado por Joseph Campbell que nace originalmente en el estudio de mitologías comparadas, y viene a describir el proceso por el que el personaje heroico pasa a lo largo de su aventura, el cual le llevará a descubrir su destino heroico y a superar una serie de pruebas o “umbrales” cuya función es transformarle en el héroe que debe ser, y prepararle para la batalla final en la que se decidirá su victoria, o su fracaso. El viaje del héroe no tiene por qué implicar un movimiento geográfico: un personaje puede realizar un viaje interior sin por ello tener que desplazarse grandes distancias.Para simplificar, quedémonos con la idea más importante: el viaje del héroe tiene que contener alguna clase de transformación, de cambio. Es decir, tiene que ser una estructura narrativa que nos sirva para que el personaje evolucione y progrese. El problema de muchas novelas es que no logran que sus héroes reflejen un cambio real a lo largo de la historia; así que vengo a explicaros cómo hacerlo bien para que esto no os suceda a vosotros.
Qué es la corrupción del héroe y cómo impedirla (o aprovecharla)
Vamos a empezar poniéndonos en el peor supuesto: estamos terminando nuestra historia, pero nos damos cuenta de que el héroe no ha cambiado lo suficiente, o no ha aprendido nada verdaderamente relevante. Es decir, tenemos un personaje que no ha madurado a lo largo de su viaje, y que seguramente resultará muy aburrido a los lectores.Esto es algo, insisto, que le pasa a muchísimos escritores. El problema de fondo viene dado porque sus héroes nunca se enfrentan a ningún desafío real. Sí, probablemente hayan adquirido grandes poderes mágicos a lo largo de su aventura, vencido a toda clase de oponentes; pero, como os explicaba en el anterior artículo, lo que de verdad marca a un héroe no es su habilidad para luchar o hacer magia, sino su evolución como persona.El error más típico es que tendemos a asumir que nuestro héroe es bueno desde el primer momento y que, por tanto, siempre tiene la razón. No puede hacer nada malo, porque para eso es el protagonista de la historia; y, si hace algo moralmente cuestionable, sin duda es un mal necesario para triunfar en su misión. El héroe se convierte, así, en el rasero moral de la historia: los “buenos” serán los personajes que apoyen al héroe en su misión; los “malos” serán todos aquellos que se opongan en su camino, independientemente de cuáles sean sus motivos.Este tipo de héroe no puede aprender nada, porque una persona que cree tener siempre la razón solo puede establecer dos tipos de relaciones, de conflicto o de sumisión: o destruye a quienes se le opongan, o les obliga a aceptar su forma de ver el mundo, a subyugarse a su poder. No se pueden tener relaciones constructivas con otras personas si no estamos dispuestos a asumir nuestras propias carencias y equivocaciones. Del mismo modo, si nuestro personaje viene ya predispuesto a demostrar que su camino es el correcto, y que todo el que piense lo contrario ha de ser necesariamente malvado, lo que tenemos es un monstruo monolítico que nunca podrá cambiar ni aprender nada nuevo. Es decir, hemos creado a un villano.Al final, estos héroes acaban convirtiéndose en una corrupción, una visión distorsionada de sí mismos: imparten justicia según sus propios criterios, como jurados, jueces y verdugos, su palabra se convierte en la palabra divina. En realidad, este tipo de héroes suelen ser fantasías de poder inventadas por escritores mediocres que solo quieren insertarse a sí mismos en sus mundos imaginarios donde todo sea como a ellos les parece. Es una forma de wish-fulfillment que, en la práctica, solo sirve para crear panfletos políticos, más que verdaderas novelas.Esto es algo que ocurre con mucha frecuencia sin que los propios escritores se den cuenta. Es, en realidad, una consecuencia de que nuestra cultura occidental sea tan individualista y patriarcal: se nos enseña siempre a empujar antes que a ceder. Por eso creamos personajes que reflejan esa forma de pensar. Este tipo de héroes corruptos son especialmente típicos en las fantasías de mundos paralelos, donde un personaje de nuestro planeta viaja a un universo imaginario en el que le aguarda un destino heroico.Ahora bien, si vuestra intención era mostrar esta contradicción desde el principio, crear a un héroe que en realidad no es más que un villano glorificado, entonces puede saliros algo muy original. Esto es lo que hace, por ejemplo, Michael Ende en La historia interminable: Bastian cumple su sueño al entrar en su libro favorito y llegar al mundo de Fantasía, obtiene una fuerza mágica inmensa y se le otorga la oportunidad de ser un héroe. Pero acaba ebrio de su propio poder, y empieza a creerse con derecho a gobernar ese mundo, a decidir qué es justo y qué no lo es, quién vive y quién muere. Sus compañeros, al ver en qué se ha convertido, se oponen a él y tratan de detenerle. Bastian no puede cambiar hasta que no se da cuenta del error que ha cometido. La historia interminable se nos muestra, por tanto, como una de las obras metaliterarias más poderosas de los últimos tiempos, porque reflexiona, no solo sobre la naturaleza humana, sino como ésta se refleja en la propia literatura.
Los héroes y el desarrollo de personajes: conflicto y aprendizaje
Pero volvamos al tema que nos ocupa: si queremos crear un personaje heroico de verdad, es muy importante que este personaje sea capaz de evolucionar. Leyendo el punto anterior, ya habréis adivinado cuál es la clave para esto: obligad a vuestro personaje a enfrentarse a distintos puntos de vista.Insisto, es un fallo gravísimo asumir que solo un personaje villanesco podría oponerse a nuestro héroe. Sería mucho mejor para vuestra novela si el héroe se encontrase con personajes que, sin ser malvados, se convirtiesen en sus enemigos simplemente porque no piensan de la misma forma. Un personaje puede ser bondadoso, incluso compartir los mismos ideales que el héroe, pero estar en desacuerdo con la forma en la que este intenta conseguirlos. El héroe, al toparse con un personaje así, se vería obligado a confrontar con la realidad de que existen otras formas de ver el mundo y de que nunca existe un único camino correcto, una única respuesta. De esta forma, el héroe tendría que replantearse todo aquello por lo que ha luchado hasta el momento, todo lo que ha dado por hecho, sus creencias y su propio eje moral; se dará cuenta de que, tanto en su pensamiento como en el de sus enemigos, hay cosas buenas y malas, errores y aciertos. Al unir ambos pensamientos en uno nuevo que combine lo mejor de los dos, el héroe habrá progresado y superará el conflicto siendo un personaje más completo.Igual que en el artículo anterior, quiero conectar esta idea con la obra de Hiromu Arakawa, Fullmetal Alchemist, porque me parece que es algo que hace excepcionalmente bien. Edward Elric, el protagonista, se enfrenta a muchos oponentes en su viaje, pero no todos ellos son villanos. Muchas veces Edward tendrá que luchar contra personas que están convencidas de estar haciendo lo correcto, igual que él; simplemente han elegido un camino distinto, y eso los ha llevado a lugares diferentes. La autora utiliza el conflicto, no simplemente como una excusa para que tengamos más acción, sino como una forma de hacer que sus personajes crezcan y aprendan unos de otros: es un conflicto constructivo, no destructivo. Edward descubre que sus oponentes tienen motivos justificados para hacer lo que hacen, y se plantea si él mismo está haciendo lo correcto al enfrentarse a ellos. Al principio de la historia, Edward es un héroe de gatillo más bien fácil, que no duda en recurrir a los puños para resolver sus problemas; pero, poco a poco, se volverá una persona más madura, más calmada, y estará incluso dispuesto a negociar y a establecer una relación más diplomática con quienes antes eran sus peores enemigos. Y aquí tenemos la clave de un buen desarrollo de personajes: si nuestro protagonista se enfrenta a situaciones similares a lo largo de la historia, pero las gestiona de forma distinta en cada ocasión, es la prueba más clara para el lector de que ese personaje ha evolucionado.Y aquí terminados por hoy, que se me ha hecho muy largo. Espero que os haya gustado, y que os lleve a reflexionar sobre qué tipo de personaje queréis crear. Nos veremos dentro de un mes, con la tercera y última parte de esta serie. ¡Hasta entonces!
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