Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Esas son las tres cosas que todo ser humano debe hacer según la tradición popular. No diremos nada acerca de la descendencia ni de cómo combatir la deforestación, pero sí podemos daros algunas pinceladas acerca de cómo escribir una novela; de lo que se necesita para que se pueda considerar una buena novela. Después de todo, lo nuestro son los libros, así que vamos a por ello.
Antes de nada, aclararemos que «novela» no es sinónimo de «historia». Nosotros trabajamos con el término relato, que incorpora dos de los seis pilares de los que vamos a hablar.
1.- historia.
La historia es lo que sucede, los hechos. Todos los acontecimientos de una novela conforman su historia. Por ejemplo, «Un niño sube a una torre; un niño cae de una torre», son sucesos que forman parte de una historia, la del niño. «Una reina es infiel a su marido y mantiene un romance con su hermano» son hechos que forman parte de otra historia. Por lo tanto, esto es lo primero que hay que distinguir: historia es sinónimo de hechos.
2.- Argumento.
El argumento no es ni más ni menos que el modo en el que esos hechos se relacionan entre sí. En el ejemplo anterior, un niño sube a una torre y descubre a la reina y a su hermano en una situación comprometida. La reina pide a su hermano que haga algo al respecto y el hermano tira al niño de la torre. Este es el argumento, el modo en que los hechos de la historia se entrelazan de manera que cobran sentido. Por supuesto, en Canción de Hielo y Fuego el argumento es mucho más complejo, pero cualquier narración, cualquier novela, puede fragmentarse en hechos y recomponerse en un argumento. La novela de Martin sería muy diferente si hubiese decidido crear el siguiente argumento con sus acontecimientos: La reina y su hermano, que mantienen un romance secreto, han tenido un hijo que se cría con los sirvientes en palacio. Al niño le gusta trepar y, un día, cae por accidente de una torre. A partir de entonces la reina es víctima de un desequilibrio mental.
Hasta aquí, parece sencillo: para escribir una novela, sólo hay que tomar unos hechos y conseguir que los mismos se relacionen de una u otra manera. Pero para que eso se dé, deben aparecer los personajes.
3.- Personajes.
Sin personajes no hay novela. De hecho, sin personajes ni siquiera hay historia. Alguien debe caer de la torre, alguien es infiel, alguien empuja al niño. Los relatos narran los hechos que les suceden a los personajes y son esos personajes quienes hacen avanzar la historia. Sin sus decisiones, sus miedos, sus motivaciones, sus palabras, etc. un relato permanecería estático y nadie querría leerlo. Existen descripciones maravillosas y retratos escritos con verdadera excelencia, pero descripciones y retratos, aunque pueden formar parte de una novela, no bastan para que esta se sostenga. Los personajes pueden ser personas, animales o cosas; pero, en cualquier caso, deben ser capaces de actuar y de hacer que los acontecimientos, la historia, avancen.
4.- Conflicto.
El conflicto en el relato es lo que le confiere interés, lo que atrapa al público y lo que plantea el tema real del que trata la novela. De entre todos los personajes, al menos uno, el protagonista, debe vérselas con un conflicto. En el caso de una madre que tiene dos hijos enfermos que necesitan dos medicamentos que se encuentran en zonas opuestas de la ciudad, el conflicto es claro: debe decidir a qué hijo salva, qué medicamento comprará. El conflicto es en este caso interno. En todo conflicto hay dos fuerzas opuestas que chocan (el amor hacia un hijo y el amor hacia otro). También hay conflictos externos. Sería el caso de dos madres con dos hijos enfermos que necesitan el mismo medicamento, pero sólo queda un frasco y deben luchar para conseguirlo y salvar así a los pequeños. Sin conflicto los relatos no funcionan. Si la madre del primer ejemplo puede mandar a una hermana a una farmacia mientras ella va a otra, ¿quién seguirá leyendo?
5.- Los obstáculos.
De hecho, la pregunta anterior tenía trampa. Si el autor es lo bastante hábil, la historia de las mujeres que van a la farmacia puede convertirse en una buena novela de acción y aventuras. Todo lo que debe hacer el novelista es colocar en el camino de las señoras los obstáculos suficientes para que el trayecto a la farmacia, el de vuelta o ambos se conviertan en un auténtico calvario para sus protagonistas. Los obstáculos le dan ritmo a la novela, aumentan la tensión y por tanto el interés. En nuestro ejemplo, un primer obstáculo podría ser el tiempo: la madre debe volver a casa con las medicinas en un periodo determinado de tiempo. Decide coger el coche, pero se encuentra un atasco (segundo obstáculo), se le pincha una rueda (tercer obstáculo), deja el coche mal aparcado y opta por correr… Cuanto peor se lo hagas pasar a tu protagonista, tanto mejor para tu novela. Si no lo crees, recuerda tu novela favorita.
6.- El clímax
Pero hay un momento en que esa tensión debe ser resuelta. Si abusamos de los obstáculos, el lector se cansará, decidirá que le estamos tomando el pelo y no terminará nuestra novela. Así que en el momento justo, y esta decisión es quizá de las más delicadas a la hora de escribir, la mujer deberá llegar a la farmacia. La señora, con el monedero de la mano, verá la cruz verde que parpadea, ya sin resuello alcanzará la puerta y… Y entonces tendremos que decidir si este es el mejor momento para resolver la tensión: ¿Estará la farmacia abierta? ¿Se habrán agotado las existencias? Parece que la lógica, dado que queda un camino de vuelta antes de saber si el niño se salva o no, es dejar que la pobre madre compre las medicinas.
Ahora que conoces la diferencia entre historia y argumento, que sabes que no hay relato sin personajes y que dominas la importancia del conflicto y los obstáculos, ¿te atreves a llevar esas medicinas hasta la cama del niño convaleciente?
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