Este mes vamos a cambiar un poco la ruta. Hablaremos de Malaz y la curiosidad del lector. ¿Malaz? ¿Y el cambio de ruta? Vale, igual he exagerado un poquito. Cambiar eso sería como ir camino de la fábrica de Ámbar y torcer hacia la de Cruzcampo. Y eso sí que no.
El mes pasado te anticipé que hablaríamos del difícil equilibrio entre curiosidad y desesperación para los lectores. Y lo haremos, pero no ahora. Antes tenemos que adelantar unas cuantas ideas. Hoy vamos a hablar de algo menos tangible que la planificación o la construcción de mundos. Eso sí, que no sea tan visible no lo convierte en menos relevante. Pues si hay algo realmente importante (por encima incluso de planificaciones o güorbildins) es mantener viva la curiosidad/interés del lector.
Malaz y la curiosidad del lector: la llama debe brillar
No vamos a engañar a nadie. No todos los que empiezan Malaz lo terminan. Claro que esto es como decir que no a todos los que prueban la Fanta de sandía les gusta. Pero aquí me refiero también a otro fenómeno. No pocos dejan El Libro de los Caídos allá por el cuarto o quinto libro, y esto no siempre se debe a que no les guste lo que leen. Sé de algunos que lo han abandonado porque Erikson no ha sabido mantener cautivo su interés y eso ha hecho que dejen su lectura y vayan a otras cosas. Aunque reconozcan que la historia les gusta. Simplemente, no quieren pagar el precio necesario para saber cómo termina.
Parece razonable que antes de que hablemos a fondo de Malaz y la curiosidad del lector, expliquemos bien en qué consiste esto y cómo gestionarlo, ¿no? Pues allá vamos.
Malaz y la curiosidad del lector: ¿de qué estamos hablando?
Sin entrar en las definiciones de la RAE, que para eso no nos necesitas a nosotros, la curiosidad es uno de los motores (quizá el principal de ellos) que va a empujar al lector a continuar con la historia. Puede que estés pensado que a ti lo que te mueve a seguir es la preocupación por unos personajes bien construidos, o la tensión ante un conflicto poderoso. Pero detrás de esas dos ideas está también la curiosidad. La curiosidad es ese gusanillo que te pregunta: «¿sobrevivirá Fortencio?», «¿podrá NotanFortencio derrotar al villano que quiere sustituir la cerveza por agua con gas?». La curiosidad por saber qué va a pasar. Y cómo. Y cuándo.
Esta es la razón por la que antes decía que generar curiosidad es más importante que una buena planificación o que un buen mundo. Hay escritores que no planifican y hay escritores que tienen un mundo relativamente simple, sin demasiadas capas de profundidad. Y ninguna de estas dos características convierten en mala una obra.
Por ejemplo, Aránzazu Serrano (autora de Neimhaim) ha declarado en numerosas ocasiones que ella planifica muy poquito. Y ya veis el magnífico resultado.
Es obvio que para que la curiosidad funcione el lector tiene que interesarse por lo que está sucediendo. Para lograrlo hay muchas técnicas distintas.
Malaz y la curiosidad del lector: ¿cómo lograrlo?
Aquí voy a ser muy breve, tanto como el paso del Huesca por la Primera División. Y voy a serlo por una razón muy sencilla: si no lo fuera, trataríamos solo esto durante meses, y tampoco es cuestión. Más aún cuando hay compañeros como Borja que han hablado aquí y aquí de temas muy similares. Porque sí, el suspense es una de las herramientas para mantener despierto el interés del lector.
Otra opción es el trasvase de la generación del interés de la trama principal a las tramas y personajes secundarios. ¿Y cuándo hacer ese trasvase? Lo ideal es que sea durante los valles de la trama principal. ¿Y qué es eso de los valles? Haz un poquito de scroll y lo comprobarás.
Malaz y la curiosidad el lector: las curvas de interés
Las curvas de interés son… pues eso, curvas que marcan el interés de una novela. Vaya, ¿no es suficiente con esa explicación? ¿Quieres más? ¡Qué fastidio!
Como es evidente, una obra no puede mantener un nivel constante de interés, pues sería tan intensa que abrumaría al lector. Las curvas de interés son una sucesión de picos y valles (máximo y mínimo interés, respectivamente) que marcan simbólicamente la ubicación de las partes de la novela en las que el lector debería pasar las páginas como si le pagaran por ello. Estas curvas no están representadas en ninguna parte. Son una herramienta teórica del escritor para conocer qué partes de su novela deberían generar más interés.
Malaz y la curiosidad del lector: los valles de la curva
Los valles, por el contrario, son los momentos en los que la trama descansa, esos en los que se tiene que preparar un evento o un punto de giro y, en consecuencia, la acción disminuye. O bien, simplemente, los momentos en los que dejamos descansar al lector de un evento muy intenso que acaba de leer. Como esos tramos se alarguen más de lo debido, el interés por la historia puede descender como las temperaturas con Filomena.
¿Cuánto deben durar estos valles, Alejandro? ¿Cómo hacer para que el lector no se aburra? ¿Conseguirá el Barça ganar un partido con dignidad? Ahí van las respuestas.
Rojo. Diez maravedíes. La Novena Sinfonía.
Ouch, creo que las he traspapelado.
Malaz y la curiosidad del lector: ¿qué hacemos entonces con los valles?
No hay una respuesta universal para esta pregunta, depende de cada historia, del estilo del autor, etc. Pero lo siguiente sí que puede servir como orientación:
· La duración de un valle debería ir en consonancia con la intensidad del pico (es decir, el nivel de tensión/emoción) al que has sometido al lector. Tiene que servirle para descansar un poco emocionalmente mientras le preparas para lo siguiente.
· Antes hemos hablado del trasvase de esta generación de interés. Lo más normal es que de una historia nos atrape sobre todo la trama principal, pero esta debe tener descansos, como ya ha quedado claro. Para que el lector no se aburra, el escritor debería hacer coincidir estos valles con los picos de las tramas secundarias. Es decir, mantener las tramas secundarias en stand by mientras se desarrolla la trama principal y cuando esta entra en un valle, captar la atención del lector con los eventos menores que se desarrollan en las tramas secundarias.
¿Ha quedado claro? Igual hablando de comida nos entendemos del todo.
Si comes a las 13:30 y cenas a las 21:30 tienes en medio ocho horas en las que te vas a morir de hambre. Este periodo sin comer nos va a venir bien, porque tenemos que digerir lo que hemos comido antes, pero si se alarga demasiado nos querremos comer hasta el mantel, desesperados. En cambio, si merendamos un poquito entremedias aguantamos bien ese valle, ¿verdad? Pues es lo mismo con el interés de las historias y las tramas secundarias.
Una vez asentado esto, el mes que viene hablaremos de la gestión de estas herramientas en la saga de Malaz.
El barco de guerra malazano bordea el norte de Siete Ciudades. Ahora los confundidos son los marines, que no saben dónde se han metido los imass.
Próxima parada: La gestión del interés del lector en Malaz.
¡No te olvides de traer cerveza!
Bueno, es curioso que un artículo que habla de interés, empieza interesante, pero se pierde completamente. Se alarga tanto con cosas innecesarias que, en lo que entendí, el texto no responde al título.