Para hablar de Malaz y la escritura a cuatro manos es importantísimo tener clara una cosa: Malaz no está escrita a cuatro manos. Es decir, son dos señores, y cada uno tiene dos manos, lo que, sí, hace un total de cuatro manos, pero… (A ver cómo salgo de este embrollo ahora…).
La escritura a cuatro manos: ¿qué es eso?
La escritura a cuatro manos implica que los dos autores están participando en la escritura de la misma obra. Como venimos diciendo desde hace meses por este pequeño rincón de interné, hay varias sagas ambientadas en el mismo mundo, pero ninguna de ellas está escrita por ambos. ¿Se puede afirmar entonces que Malaz está escrito a cuatro manos? Los más veteranos del blog sabréis responder a esta pregunta: sí. No. Ni una, ni otra.
Los meses anteriores estuvimos viendo aspectos relacionados con la construcción de mundos a cuatro manos. Pero todos sabemos la diferencia abismal, gargantuesquérrima, que hay entre crear una historia y escribir sobre ella. Bajo ningún concepto se puede afirmar que el hecho de desarrollar un mundo y unas tramas entre dos personas tenga como consecuencia que las historias escritas a posteriori por cada uno de ellos sean de ambos, ¿no?, ¿o sí?
El secreto tras Malaz y la escritura a cuatro manos
Cada saga de Malaz está escrita por un solo autor. Ahora bien, hay un cierto trasvase (pero este de verdad, no como el del Ebro) de información, eventos y, sobre todo, personajes desde una saga a la otra.
Esta es la explicación que permite considerar que el mundo de Malaz está escrito a cuatro manos. Al final, el mundo es tan complejo y todo está tan hilado y conectado, que es inevitable que las tramas de unas sagas intersecten con las otras, independientemente de quién de los dos la escriba. Así que, sí, se puede afirmar que Malaz, en su conjunto, está escrito a cuatro manos, aunque no así cada saga por separado, por mucho que hayan definido entre ambos muchas de las tramas.
Los libros malazanos están plagados de personajes que comienzan su historia en una de las sagas y, de repente, desaparecen y solo volvemos a saber de ellos en alguna de las otras.
Desconozco si esto es algo que planearon conscientemente o si simplemente surgió conforme iban contando las historias que querían contar. Lo que está claro es que, ya fuera de manera voluntaria o involuntaria, haber continuado por esa senda es una gran apuesta por parte de Erikson y Esslemont.
Malaz y la escritura a cuatro manos: la gran apuesta
Y esta apuesta, como tantas otras (a decir verdad, es casi un milagro que hayan podido continuar con esta maravillosa locura), es una de las piezas fundamentales que ha hecho de Malaz lo que es. Para lo bueno y para lo malo, no vamos a encontrar dentro de sus páginas casi nada «normal». Quizá esta falsa (¿pero es falsa o no?, ¿en qué quedamos?) escritura a cuatro manos sea uno de los aspectos que mejor condensa la visión holística que tienen de su mundo.
A los lectores de fantasía y ciencia ficción nos resulta habitual leer obras en las que el mundo está al servicio de los personajes y las tramas. Me explico. Siempre hay un pasado; (casi) siempre pasa algo de fondo, independiente de la historia que el autor nos está contando y que nos demuestran que el mundo es más amplio…; pero pocas veces ese mundo es capaz de sustentar otras historias u otros personajes que generen el mismo o mayor interés que la obra original.
Y aquí está, por fin, a donde quería llegar.
Para nuestros ya no tan jóvenes amigos canadienses la historia de cada saga es eso: la historia de cada saga. Punto. Hay mucho más. Muchísimo más. Y, como en la vida real, una persona no está solo a una cosa. Si pensamos en cualquier persona que conozcamos, pronto caeremos en la cuenta (con grandísima audacia) de que cuando consigue aquello por lo que estaba luchando no se desvanece y trasciende al mundo al que van los que han cumplido sus objetivos. Evidentemente, continúa, hay otros objetivos, otros lugares y otras cosas por hacer en la vida. Esto, en esencia, es lo que aplican ellos a su mundo. Como siempre, llevado al extremo. Esta es una de sus grandes apuestas.
Malaz y la escritura a cuatro manos: ¿vale la pena el riesgo?
Esta apuesta que sobre el papel puede sonar atractiva (o quizá a ti no te suene así, ¡qué sabré yo!) implica unos riesgos que, una vez conocidos (o peor: experimentados), quizás algunos no quieran asumir.
A lo largo de las sagas, hay personajes principales y secundarios que dejan de aparecer y, de repente, pasan a tener carácter protagónico en otra. Ya han terminado con lo que tenían que hacer en esa trama, pero aún tienen un papel por jugar en otras. Así que, sin ceremonias ni aspavientos, si solo lees una de las dos sagas… puedes tener la sensación de que te estás quedando a medias, de que te estás perdiendo muchas cosas. Y, claro, razón no te faltará, porque ellos, en su visión holística, lo que ven es la «historia global» (todo lo que está pasando en todas partes). Por eso llevan a un determinado personaje a un determinado lugar y a una situación personal concreta, para luego abandonarlo y regalárselo al compañero. Porque el personaje no es de uno u otro. Es del mundo, y solo a él pertenece. Así pues, ¿merece la pena el riesgo?
Malaz y la escritura a cuatro manos: los frutos del riesgo asumido
Es posible que estés pensando que no es para tanto, que eso pasa con más mundos y no son tan especiales. El asunto es que no tienen ningún problema en regodearse en plantear una trama que te haga la boca agua para luego dejarte en un lectus interruptus. Esto ocurre, sobre todo, en El Libro de los Caídos. Llegará un momento, ante determinadas tramas, en que si el lector de los Caídos tiene interés (y, créeme, lo tendrá), deberá leer la saga Imperio. Y a lo mejor no quiere. O no puede. Para muestra, un botón.
En la actualidad, y mientras Nova no nos dé una alegría, solo está traducido al castellano El Libro de los Caídos, pero en ella ya hay tramas anunciadas y personajes “apartados” que reaparecerán en la saga Imperio, a su debido tiempo.
Por otra parte, hay a quienes no les gustará el estilo de uno de los dos escritores y no querrán leerse sus sagas. Y, claro, esa sensación de me-estoy-perdiendo cosas-importantes es muy intensa. Entonces, ¿vale la pena el riesgo?
Pues que cada uno responda por sí mismo. La conclusión o recomendación (si es que yo soy alguien para recomendar algo, cosa que dudo) es que, si te estás planteando el desarrollo a cuatro manos de un mundo, no asumas ese riesgo. Esa visión holística puede estar muy bien, pero solo si tu ambición se ve recompensada por las editoriales y los lectores. Si no, lo más probable es que pese más la desesperación del lector que su curiosidad. Tema del que, por cierto (qué casualidad, ¿no?, jeje) hablaremos el mes que viene.
El barco de guerra malazano sale de Aren lleno hasta las velas de t’lan imass confundidos por estar sobre un barco. Próxima parada: el difícil equilibrio entre curiosidad y desesperación en los lectores. ¡No te olvides de traer cerveza!
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