Antonio Vileya

Para qué sirve el control de cambios de Word

Trucos de escritor

Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy muy lejano a este lado de la pantalla, había un corrector de textos llamado Juan. Como tantos otros trabajadores por cuenta propia del reino, nuestro corrector, Juan, no es solo corrector. Juan también debía ser su propio secretario y su propio contable, porque no puede pagarse aún un albacea fiscal. También es su propio gestor de redes sociales; es un poco pésimo, pero decente. Y, aunque parezca increíble, Juan, por su profesión, también es pedagogo a la fuerza. (Que perdonen los pedagogos del mundo a Juan por el intrusismo laboral, va a ser solo un artículo).

Al otro lado de la pantalla, tenemos a Pepe, un autor novel con muchas ganas de ver su libro en la calle, pero poca preocupación por la mejor forma lingüística para expresar sus ideas. Le ha gustado el marketing de Juan, y quiere encargarle una corrección para su próxima novela. Pepe nunca ha solicitado a ningún otro profesional una corrección, pero ha escrito el correo con mucho entusiasmo.

La primera respuesta que recibe Pepe es una pregunta: el número de caracteres con espacios de su texto. Por desgracia, Pepe se queda pensativo frente a su pantalla al leer eso, como si le acabasen de pedir la receta de un guiso de cuy cocinado en salsa de maní y ají panca. Y le escribe en pocas palabras que para qué quiere saber eso, jaja.

Juan, el corrector, desde su fortaleza de soledad y manuales de gramática, sabe que, si no activa el modo educador con Pepe, el presupuesto jamás saldrá adelante.

Después de varios correos hablando sobre la diferencia entre una corrección ortotipográfica y una corrección de estilo, las tarifas para cada corrección y otros pormenores, Pepe solo tiene clara una cosa: quiere ver su texto mejorado, nada más. Así que Juan, con paciencia, empieza a explicarle a Pepe que, si quiere ver el texto en su forma final, deberá conocer un último detalle: para qué sirve el control de cambios de Word.

Acto I: Juan y Pepe han acordado un precio

Juan y Pepe, después de un largo hilo de correos electrónicos que se ha alargado durante un par de días, ya tienen precio para el trabajo. Juan corregirá la novela de Pepe por setecientos euros más el IVA correspondiente. (El IVA es importante, pues Juan teme a los recaudadores del reino).

Antes de eso, Juan ha enseñado a Pepe cómo se mira el número de caracteres de su texto, por qué cree que una corrección de estilo es mejor y le ha hecho un presupuesto personalizado. Juan cree que la personalización es el mejor camino para fidelizar a la clientela, aunque a veces no salgan adelante y haya perdido dos días porque la tarifa no se ajusta al presupuesto del cliente. Sin embargo, en esta ocasión, todo ha salido a pedir de boca.

Acto II: Juan trabaja el texto de Pepe

Después de ofrecerle a Pepe unos plazos razonables para acometer la corrección del texto, deciden que tres semanas es suficiente para corregir su novela. Pepe está encantado con el trato personal de Juan. Juan contentísimo porque esta corrección ayudará a cuadrar las cuentas del mes. Así que, control de cambios en mano, Juan empieza a trabajar sobre el texto de Pepe.

Si no sabes qué es el control de cambios, puedo decirte que es el chivato de Word. Una vez hayas activado el control de cambios en un documento, cada cambio de formato que hagas, cada tilde que muevas, cada mayúscula que elimines, todo quedará registrado. Esto es utilísimo para Juan, porque Pepe, cuando tenga todo el documento corregido, podrá elegir individualmente aquellos cambios que mantiene y aquellos cambios que suprime. Todavía no le ha explicado para qué sirve el control de cambios de Word; eso llegará en el próximo acto.

Acto III: Para qué sirve el control de cambios de Word

Juan ha cumplido con la fecha responsablemente. Ha adjuntado, además de la entrega de la novela corregida con el control de cambios activado, un informe de lectura. Ahí ha desglosado los cambios mas frecuentes y las argumentaciones lingüísticas que le han conducido a tomar algunas decisiones. Juan sabe que Pepe volverá a necesitar un corrector en el futuro y se ha esforzado para que vuelva a contar con él.

Ahora llega el paso final, lo que Pepe no sabe y que sorprende a muchos autores noveles: debe repasar su texto aceptando y rechazando el rastro de modificaciones que el control de cambios de Word ha marcado. Y aquí es importante que el autor que contrata una corrección sepa algo muy importante: el autor siempre será el primer responsable del estado en que quede el texto.

Los correctores lanzamos una propuesta de mejora que corresponde con el estado en que debería quedar el documento a nuestro juicio. Sin embargo, sabemos que esa visión no siempre corresponde con la del autor: por eso trabajamos con el control de cambios, para que el autor siempre tenga la ultima palabra (nunca mejor dicho) sobre su obra.

Entonces a Pepe le surgen dos preguntas más: ¿esto quiere decir que cuando acabe de rechazar y aceptar modificaciones con el control de cambios Juan vuelve a repasar mi texto? ¿Cómo sé hasta dónde puedo recuperar la versión original del documento con la certeza de que no estoy reintroduciendo errores?

Juan, cortésmente, le responde a Pepe. No, no puede hacer una revisión de lo revisado, porque eso probablemente supondría volver a cobrar otros setecientos más IVA. Sin embargo, se ofrece a responder cualquier duda concreta sobre cambios puntuales que se hayan ejecutado durante la corrección.

Respecto a los límites de la intervención de Pepe sobre la corrección de Juan, este último le pide algo: «Respeta la puntuación y la gramática, porque es el aspecto más normativo». Esto quiere decir que es el plano léxico es el que queda menos encorsetado para que el autor recupere las variaciones que figuraban en el texto original. Juan, no obstante, no envía su respuesta sin hacerle una última apreciación a Pepe: «A pesar de que puedas rechazar mis cambios, espero que confíes en mi criterio y aceptes la mayoría de los cambios que te sugiero». Y para eso también sirve el control de cambios: crear una vía de comunicación, confianza y complicidad con tu cliente; corregir su texto siempre desde el respeto y dejando que él tome la última decisión.

Sabemos que Juan y Pepe siguen trabajando hoy juntos gracias a esta herramienta.

Antonio Vileya

Antonio M. Vileya Pérez (Sevilla, 1992) es filólogo hispánico y presta servicios editoriales a entidades de diversa naturaleza. Su vocación divulgadora lo ha llevado a formar parte del comité organizador del Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas y ser miembro activo de la asociación cultural Bibliofórum. Ha impartido cursos monográficos sobre fantasía, ciencia ficción, terror y novela negra en la Universidad de Sevilla.

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