Hablar de Virginia Woolf, es hablar del símbolo feminista que, a principios de los setenta (Siglo XX) y tras largos años de olvido, se recuperó para el movimiento y para el resto del mundillo literario gracias al ensayo “Una habitación propia”, que publicó en 1929 y acabó convirtiéndose en bandera para las reivindicaciones feministas de la época.
Adeline Virginia Stephen nació en Londres un 25 de Enero de 1882, el apellido Woolf lo toma de su marido, Leonard Woolf, con el que se casó en 1912 a los treinta años.
Pero bueno, empecemos por el principio. Virginia Woolf es educada en su propio domicilio donde su padre, Leslie Stephen, montañero, novelista, historiador y otras muchas cosas, procuraba rodearse de los mejores autores de la época victoriana y que, como no podría ser de otra manera, terminaron influyendo fuertemente en ella. Digno de mencionar también es el acceso a la extensa biblioteca que su padre poseía y de la que pudo disfrutar junto a su hermana Vanessa, aprendiendo de los grandes clásicos y de los maestros de la literatura inglesa.
Aunque se pudiera pensar que todo esto influyera en su obra escrita no fue del todo así. Fue Tallan House, la casa de veraneo de los Woolf la que realmente dejó huella en Virginia y la que inspiró parte de su trabajo. Los recuerdos de las vacaciones pasadas en la cercana playa de Porthminster y del faro de Godrevy impregnaron la ficción de sus letras, especialmente en la obra “Al Faro”.
Si algo caracterizó a Virginia Woolf fue su tendencia a las enfermedades mentales. Su marcada depresión, que ha terminado diagnosticándose como síndrome bipolar, la marcó desde temprana edad. A los trece años sufre su primera crisis tras la muerte de su madre. En 1905 es el turno de su padre, provocándole una crisis de tal magnitud que tuvo que ser ingresada. Estos altibajos le acompañaron toda la vida, afectando seriamente su integración social, pero no así a su producción literaria.
Tras acabar el manuscrito de la que sería su obra póstuma, “Entre actos” entró en un proceso depresivo de magnitud parecida al que sufrió con la muerte de su padre. Dicen que el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la destrucción de su casa de Londres durante el Blitz y la fría acogida de su obra sobre la vida de su amigo Roger Fry, acabaron sumiéndola en una fase crítica que le llevó al suicidio. De una forma muy particular, como su obra. Un 28 de marzo de 1941 se puso su abrigo, llenó los bolsillos de piedras y se internó lentamente en el río Ouse, cerca de su casa, hasta que el agua le impidió respirar. Su cuerpo no fue encontrado hasta veinte días después. Su marido, al que dejó una carta donde se despide declarando su gran amor por él y la imposibilidad de superar otra crisis hacen que decida acabar con su vida para que él pueda seguir con la suya sin la carga que le supone soportarla, incinera sus restos y los entierra bajo un árbol en Rodmell.
Bloomsbury
Tras la muerte de su padre, Virginia Woolf y su familia se trasladan al número 46 de Gordon Square, en Bloomsbury. Es aquí donde por iniciativa de su hermano mayor, comienzan a celebrarse reuniones donde mentes tan ilustres como el famoso economista Keynes o el escritor Forster, incluso el filosofo Bertrand Rusell conforman el grupo literario que terminó denominándose “Bloomsbury”, como el barrio londinense donde se celebraban las mismas, del cual Virginia Woolf y su marido formaron parte.
Este grupo se caracterizó por su ideología liberal y humanista, y que casi todos sus integrantes fueron educados en los mejores colegios y universidades del Reino Unido.
Obra
Su primera novela, “Fin de viaje”, es publicada en 1915 sin despertar consideración alguna por parte de la crítica, pero en ella ya se vislumbra su forma de escribir original y nueva, que rompería los esquemas de la literatura inglesa influyendo de forma notable en la literatura moderna.
Woolf aplica a su narrativa un estilo poético poco habitual, jugando con el espacio y el tiempo y dando un toque muy personal al monologo interior de sus personajes. Todo ello influye notablemente en el estilo que, poco a poco, se iría imponiendodentro de la narrativa, de hecho junto a Joyce y Kafka entre otros, se la considera una de las grandes renovadoras en la forma de escribir novela.
A Virginia Woolf se la empieza a conocer a finales de los años veinte gracias a sus obras “La señora Dalloway” (1925) “Al faro” (1927) la biografía “Orlando” (1928) y como no, el ensayo que la volvería a traer a la actualidad “Una habitación propia” (1929) donde reivindica un espacio propio para la mujer que quiere escribir y crear y que tan sólo encuentra dificultades en la sociedad de la época.
Tan solo destacaría que no sólo se dedicó a la novela, también es autora de cuentos, biografías, ensayos, artículos de viajes e incluso una obra de teatro.
Virginia Woolf y el cine
Sabéis, o eso espero a estas alturas, que el cine es una de mis aficiones y siempre procuro hacer un apunte relacionado con el mismo. En este caso mencionaré el magnífico trabajo que Nicole Kidman hizo al interpretar a Virginia Woolf en la película “Las horas”. Bueno, he de reconocer que las tres intérpretes lo hacen realmente bien, pero el Óscar a la mejor actriz lo recibió Kidman por su trabajo y caracterización de Virginia Woolf mientras escribía su obra “La Señora Dalloway” en 1923, obra en la que se inspira la novela original de Cunningham y por lo tanto la película de la que os hablo.Y hasta aquí el autor del mes. Pinchad Aquí, si queréis saber más de otras escritoras. Os lo recomiendo.
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