Carlos Calleja

WORLDBUILDING MANEJABLE O CÓMO NO ESTRELLARSE CONTRA UN ICEBERG

Worldbuilding

¡Saludos!

Hace más o menos un mes hice una pequeña encuesta en Twitter para saber sobre qué debía escribir en el próximo artículo del blog. Ganó, con una amplia mayoría, la idea del worldbuilding. Así que, sin más dilación… ¿Cómo construir el mundo de nuestras novelas?

Antes de nada, habría que responder otra pregunta:

¿Por qué hacer worldbuilding manejable?

Aparte de lo divertido que es, una razón poderosa podría ser que a los lectores de fantasía y ciencia ficción nos gusta sumergirnos en nuevos lugares inexplorados. En nuevos mundos, sí. Si lo pensamos, muchas de las mejores películas de todos los tiempos nos han llevado a sitios fascinantes. Pensad en Tatooine o la selva amazónica, o en Fantasía. Todos esos lugares tienen en común que no estamos familiarizados con ellos; automáticamente disparan nuestra imaginación y nuestro disfrute.

Aparte de eso, y para responder a la pregunta, digamos que tres grandes reinos conforman nuestra novela: trama, personajes y escenario. Lo que los une y los articula, entre medias, es el conflicto. Hasta ahí, nada nuevo. Bien, esos tres grandes reinos tienen que colaborar juntos para ayudarnos a contar la historia que queremos contar. Si la idea que queremos transmitir bascula sobre un concepto en concreto —el amor, el odio, la traición, la muerte, el dolor…—, tanto la trama como los personajes deberán incluir o referenciar dicho tema. De la misma manera, el mundo que diseñemos debería empujar en esa misma dirección.

Ejemplo: Si queremos hacer una crítica a los roles de género, ¿qué os parece hacer un mundo en el que sus habitantes sean asexuales todo el tiempo, excepto cuando tienen el celo, de tal manera que no saben si van a florecer con un género o el otro? ¿Os dais cuenta de que la mayor parte de las presunciones de género caerían si estuviésemos obligados a rotar de género una vez al mes? Esa es la idea (grosso modo) que subyace detrás de La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin.

Nota: Por otro lado, recuerda que el worldbuilding nunca debería estar por encima de los personajes. Los lectores continúan leyendo porque empatizan con los personajes. Quieren saber cómo van a solucionar los conflictos que les arroja la trama. Un ejemplo que se me viene a la cabeza sería cuando pasamos una a una las fotos de un viaje (con los deditos en las esquinas para no mancharlas). Al final, las que más llaman la atención, las que nos hacen detenernos y preguntar, son aquellas en las que sale alguien haciendo algo gracioso o peculiar. Las de paisajes están bien, pero las pasamos enseguida. Si tu mundo se come a los personajes, la novela fracasará.

¿Cómo hacemos que nuestro worldbuilding parezca real?

Si algo buscamos en un escenario, es que no parezca de cartón piedra. Nosotros queremos que sea real. La idea más común es la famosa teoría del iceberg. Te pasas una buena temporada creando todo el mundo para tu novela o saga de novelas. Pueblos, ropajes, acentos, cultura, historia, política, un largo etcétera llenando hojas y hojas. Le llaman «iceberg» porque después, en el texto, volcaremos (o deberíamos volcar) alrededor de un 10 % (la pequeña parte que flota sobre la superficie) de todo eso. El otro 90 % será toda esa documentación que no mostraremos pero que nosotros, como autores, conocemos.

Sin duda, la teoría del iceberg es una buena manera de hacer que el mundo de nuestra novela parezca real. Un ejemplo que cuenta Sanderson en sus clases online (las tenéis en YouTube y las recomiendo encarecidamente) es que, durante la grabación de la película de El Señor de los Anillos, el reparto llevaba ropa interior élfica que, efectivamente, nunca se vio en pantalla. Pero que estaba allí, proporcionando a los personajes sensación de realidad (y de élfica comodidad, supongo).

¿Problemas de tener un worldbuilding como un iceberg?

Si somos escritores de brújula, todo esto de llenar páginas y páginas con el diseño del mundo suena demasiado a planificar… y esa no es la forma en la que a nosotros nos salen las cosas. Si nuestra forma de trabajar es esa, Sanderson recomienda escribir la parte visible del iceberg mientras creamos la historia, para después terminar la parte sumergida una vez el primer borrador esté completo. Una vez sabemos lo que subyace debajo, podemos reescribir las partes conflictivas, mejorar los escenarios y los personajes de decorado, etc… Esta idea te permite no sentirte paralizado hasta que tengas completado toda la información relevante sobre tu mundo, que acostumbra a ser dispersa y difusa muchas veces (porque tampoco tienes clara la trama al cien por cien, y por tanto no sabes exactamente lo que necesitas).

El otro inconveniente de crear un iceberg es que corremos el peligro de querer enseñar todo ese trabajo: el temible infodumping (volcado de información no imprescindible para la historia). Y, a veces, aunque tengamos claro ese concepto, algunas de las cosas que nosotros pensamos importantes en nuestra narración en realidad no lo son para el resto de lectores. Cuidado con volcar demasiada información sobre el mundo en nuestra narración, porque puede resultar MUY aburrido.

¿Cómo hago entonces para mostrar mi worldbuilding sin dar demasiado la chapa?

Podemos intentar construir la trama de tal forma que, en los primeros capítulos, no necesitemos llenar la narración de explicaciones. Hay que tener en cuenta que las descripciones frenan el ritmo narrativo (cuando no lo detienen por completo), y los primeros capítulos (en realidad, el primer párrafo, y, en realidad, la primera frase) tienen que captar la atención del lector. Y para engancharlo, siempre es mejor hacerlo con algo trepidante que no con un bodrio soporífero.

Una forma sensata de presentar al personaje (de idear sus escenas iniciales) es hacerte las siguientes preguntas:

1.     ¿Quién es nuestro personaje?

2.     ¿Qué es lo que quiere?

3.     ¿Cuál es su lugar en el mundo?

Redundando en esta idea, otra forma de contar el mundo es utilizar un personaje Watson. Alguien inexperto que va preguntando a Holmes casi todo lo que hace. Harry Potter, como mago recién convocado a Hogwarts (esta palabra nunca la escribo bien), o incluso Bilbo (en El hobbit) son dos buenos ejemplos de alguien metido de repente en un mundo que le resulta desconocido.

Otra opción es cambiar una pequeña parte del mundo y profundizar bastante en ella en los primeros capítulos. Por ejemplo: ¿qué cosas cambiarían en el mundo si todos pudiéramos volar? Imagina que en tu novela no hay coches, y por tanto no hay tanta contaminación… Quizás no existirían las petroleras, ni las compañías aéreas, ni las carreteras. De repente han desaparecido las plataformas petrolíferas, los molinos de viento, Greenpeace, y probablemente hasta los plásticos… Menuda ucronía hemos ideado en un momento, ¿verdad?

Tirando del cambio inicial, de la premisa de que todos podemos volar, haremos una investigación profunda (una especie de ingeniería social) de todo lo que es peculiar en nuestro mundo. Y nuestro decorado se sentirá vivo y, sobre todo, innovador. Un ejemplo sencillo de esto es, precisamente, Nacidos de la Bruma de Brandon Sanderson. Al haber gente que manipula el metal, las armas y las armaduras no pueden ser de metal…

Una vez hemos profundizado en las consecuencias de ese cambio (todos podemos volar), nuestros personajes llegan a una aldea recóndita en donde los lugareños pueden convocar llamas con las manos. No hace falta que volvamos a hacer una tesis, con una mera escena cotidiana de encender una chimenea con un simple chascar de dedos, los lectores serán capaces de imaginar que tú has «diseñado» todos los pormenores de esos cambios que afectan a la aldea. Te han visto hacerlo antes con el tema del vuelo. Dedícale algo de tiempo, eso sí, porque, ahora que lo pienso, tal vez nadie encendería una chimenea si pudiera calentarse creando fuego por sí mismo… Tal vez no habría mantas…  ni necesidad de cortar leña… En cualquier caso, tomes las decisiones que tomes, este trabajo producirá la ilusión de un mundo bien desarrollado y bien enraizado.

¿Cómo aproximarse al worldbuilding manejable?

El señor Sanderson recomienda dividirlo en dos grandes categorías: físico y cultural.

En la parte física podemos incluir todos los aspectos de tu mundo que estarían presenten incluso si los humanos no hollaran esa tierra: climatología, geografía, geología, fauna y flora, cosmología (las ciencias, en general). En la parte cultural se incluyen los aspectos como idiomas y formas de hablar, cocina, vestimenta, organización social, leyes, economía, religión, etc. En realidad, casi todo lo demás. Incluso roles de género, sí.

Como verás, te salen un montón más en la segunda categoría que en la primera. ¿Crees que vale la pena desarrollar todas ellas en profundidad para escribir una novela? Salvo que seas Tolkien, entiendo que la respuesta es «no». Por tanto, suele ser buena idea concentrarse en solo unos pocos aspectos culturales en tu mundo. Casi siempre, el conjunto se reduce a historia, economía, lenguas, política y poco más. Lo demás suele ser extrapolable desde nuestra realidad.

Sin embargo, no siempre tiene que ser así, y es aquí donde enlazo con las primeras frases, donde te decía que tu mundo tiene que estar al servicio de lo que quieres contar. Si vamos a hablar de amor, quizás sea una buena idea desarrollar la vestimenta, las leyes en el matrimonio, los diferentes tipos de casamiento que pueda haber, las clases sociales, las castas o incluso las diferentes técnicas de cortejo. Sin embargo, si vamos a hablar de guerra, profundicemos en la economía, en los conflictos que nos llevan a esta, en las consecuencias políticas que acarreará que ocurra tal o cual cosa… Para el resto de aspectos culturales y físicos, simplemente bastará con un par de pinceladas para dar la sensación de que el iceberg es mucho más profundo de lo que es en realidad.

Por hoy, nada más. Como siempre, gracias por llegar hasta aquí. Espero que después de leer esta entrada os pongáis como locos a crear mundos verosímiles para vuestros textos. Si tenéis cualquier tipo de duda, consulta o pregunta podéis contactarme en: carloscallejaescritor@gmail.com y seguirme en Twitter (@callejaescritor). Para todo lo demás, no os perdáis el resto de maravillosos artículos que escriben mis compañeros y mis profesores en cajadeletras.es (@CajaDLetras).

Carlos Calleja

Para los que no me conocéis, me llamo Carlos Calleja. Soy de Madrid, nací en 1980 y esta es mi primera colaboración con Caja de Letras. Espero que no sea la última. La familia me ha acogido de maravilla desde el principio y espero quedarme en ella mucho tiempo. Si tenéis cualquier tipo de duda, consulta o pregunta podéis contactarme en carloscallejaescritor@gmail.com y seguirme en Twitter (@callejaescritor).

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