Casi en cualquier ámbito de la vida buscamos zonas de confort, lugares y situaciones que nos son conocidos, que se nos hacen manejables. Estas zonas nos aportan seguridad, un entorno controlado y predecible. Ni siquiera tienen que ser positivos. Una situación o entorno negativo se puede transformar en una zona de confort simplemente por el hecho que la incerteza de lo que hay fuera de ella nos congela.
Este artículo no va sobre temas tan existenciales, si no sobre la zona de confort que creamos a nuestro alrededor. Géneros que se nos antojan como nuestro hogar, extensiones de palabras que recorremos como si fueran el pasillo de casa o autores de referencia que se han convertido casi en familia. Llamaremos a esto la “zona de confort literaria”.
¿Es malo tener una zona de confort literaria?
No. Y este es un NO rotundo y sin dobleces. Escribir es un proceso complejo, difícil y lleno de altibajos. Qué menos que crearnos una zona de confort literaria que nos ayude a facilitar un proceso que la mayoría de nosotros hacemos por puro amor a las letras. De hecho casi se podría decir que eres un afortunado si has conseguido crear esa zona en la que estás a gusto, tu fórmula matemática de género + formato + lecturas + horario + entorno.
¿Y qué saco yo al salir de mi zona de confort literaria?
Variabilidad. Añadir más factores que te lleven a esforzarte, porque salir de tu zona de confort requiere esfuerzo. Cambiar algunas variables te pueden llevar a cambiar pequeñas cosas en tu escritura o a ganar flexibilidad y recursos para más adelante. O incluso puede que descubras el gusto por cosas nuevas en las que eres más bueno de lo que habías creído.
No quiero engañar a nadie, el impacto de irte a escribir a otro espacio o en otro horario no van a ser determinantes, y la complejidad que te van a añadir no va tener una recompensa muy interesante, aunque el resto ya son otra cosa.
Género
Habitualmente nos centramos en un género a la hora de escribir. Ciertos autores incluso hilan más fino y se centran en un sub género, quizá un subgénero dentro del subgénero (siempre acabado en -punk, por supuesto, pero ya me daría para otro artículo). Alimentamos y perfeccionamos los tropos y los giros que están relacionados y como cualquier especialista, desentrenamos otros. Tontear con algún otro género de vez en cuando nos va a dar soltura en según qué escenas y nos puede llevar a plantear salir de los cánones encorsetados para practicar el mestizaje de géneros.
Formato
¿Se escribe igual con límite de palabras que sin él? ¿Estructuramos igual un relato de mil palabras que uno de diez mil? ¿Es fácil pasar de la novela corta a un microrelato? ¿Escribir en primera, segunda o tercera persona es lo mismo? La respuesta a todas estas preguntas es no. Prueba cosas diferentes. Mejor hacia la reducción, que ser relatista y lanzarte a una trilogía “por probar” va a ser un poco duro. También puedes ir un poco más lejos ¿Poesía? ¿Teatro? ¿Librojuegos? ¿Canciones? ¿Textos periodísticos? ¿Por qué no? Te pueden venir bien incluso como insertos en tus trabajos principales.
Lecturas
Los escritores leen. Las cosas que leemos van formando un catálogo mental de voces, escenas, estilos y tramas que después se pueden trocear, adaptar, mezclar y añadirles otras de cosecha propia.
Los autores que nos encantan siempre van a estar ahí, y no es descabellado añadir a la pila de lecturas algo fuera de lo común. Puedes pedir recomendaciones a un amigo, o directamente hacer una compra a ciegas en una librería (o lanzarte a una oferta en cualquier formato digital). tienes mucho material gratis o en pago social en plataformas como Lektu.
Si no te divierte no lo hagas
El objetivo de este artículo es el de lanzarte a probar cosas nuevas, como un ejercicio para fomentar la creatividad y añadir habilidades a un escritor. No busca obligar a nada. Así que un último consejo es este: Si no te divierte no lo hagas.
Y bueno, nunca se sabe, puedes probar a presentar tus experimentos en algún certamen, no pierdes nada por participar.
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