Es fácil tener bien definido en la cabeza a nuestro protagonista. Sabemos qué valores queremos darle, cómo anda, cómo se viste y cuál es su forma de hablar. Hemos escrito (o garabateado) hojas y hojas con su pasado, con sus peripecias antes de convertirse en el personaje principal de nuestra historia, pero ¿cómo crear un buen antagonista?
Me llamo Carlos Calleja, soy escritor de fantasía y hoy me gustaría traeros la primera parte de un artículo en el que vamos a profundizar en la creación de antagonistas. Si me acompañas, desglosaremos algunas ideas que tal vez conviene conocer para crear un buen rival para nuestro personaje principal. ¿Te apuntas a descubrirlo conmigo?
El antagonista es una fuerza activa en nuestra novela
El antagonista es el responsable de poner a andar nuestra novela. Por su culpa, o por su causa, es el encargado de lanzar el incidente incitador, el detonador de nuestra historia. (Piensa en la apacible vida de Kvothe antes de que los Chandrian se cruzaran con su troupe…).
Más allá de eso, el antagonista es alguien, o algo, con iniciativa propia. Mueve la trama, en ocasiones tanto o más que nuestro protagonista, que a veces solo puede reaccionar a las faenas que este le prepara. Esto aplica sobre todo a los dos primeros tercios de la novela. Son sus decisiones las que nos llevan al clímax de la obra y las que obligan al protagonista a afrontar los peligros.
El antagonista tiene sus propias motivaciones
Los malos malísimos que solo hacen el mal por el mal (Sauron) ya no se llevan. Mira la diferencia con Walter White (de Breaking Bad), un villano del que todos podemos entender las razones que lo llevan a delinquir.
Con respecto a las motivaciones del villano, es lógico pensar que nadie se considera a sí mismo malvado. Trata siempre de encontrar la forma en que tu malvado justifica sus acciones. Podríamos remitirnos de nuevo al ejemplo de Walter White. Sin embargo, hoy, por desgracia, es fácil también encontrar discursos, pronunciados por personas de carne y hueso, que justifican las atrocidades de una guerra.
Cuando hayamos planificado los pasos a seguir por nuestro protagonista, una idea que funciona muy bien es la de crear una trama «respuesta», por parte de nuestro villano, a los movimientos que realiza el personaje principal. Esto servirá, primero, para tener claro el timing de la novela y no incurrir en errores tontos de sincronización de eventos (sobre todo si estamos manejando varios personajes y varios puntos de vista), pero también servirá para solidificar nuestra historia y fabricar una trama sólida, sin fallos.
Valora también jugar con la idea de que el lector (y el protagonista) desconozcan qué es lo que realmente planea nuestro villano. Por supuesto, tú has de conocerlo de antemano, pero este descubrimiento que hará el lector puede ser crucial para mantener alta la tensión narrativa.
El antagonista tiene un pasado
Crea un buen trasfondo para él, un buen pasado que lo haga creer en algo tangible que explique su comportamiento. Alguien dispuesto a hacer el mal debe ser la suma de varias calamidades, bien de pequeño, bien en la adolescencia, pero en realidad en cualquier estadio de la vida. Tal vez su maldad no provenga de la infancia. Hay muchos motivos por los que un tallo que crece sano termina torcido. De nuevo, un trabajo anodino, un matrimonio aburrido y el diagnóstico de una enfermedad forman un cóctel muy peliagudo…
Nota: Cuidado con los clichés, un padre borracho que pega a un hijo es un recurso muy usado. Recomiendo que busques algo un poco más original para tu historia.
El antagonista tiene (una cierta) personalidad
Exacto, ¿has pensado cuál es su personalidad? ¿Cómo es su perfil psicológico?
Briconsejo: En 16Personalities puedes encontrar unas cuantas formas de ser. Seguro que obtienes ideas frescas para perfilar a tu villano. Escoge cuál es la que más le pega a tu pérfida creación y apunta sus fortalezas y sus debilidades.
Aprovecha las aportaciones de la página y las ocurrencias que te vengan a la cabeza para hacer de tu villano un rival temible para el prota. De nuevo, cuanto más difícil parezca la situación, más tensión narrativa conseguirás y más pegado tendrás al lector a tus páginas.
Por otro lado, no te olvides de poner al menos un punto débil para tu antagonista. Parte del nudo ha de consistir en que nuestro héroe averigüe cómo derrotar al villano; la tercera parte de la obra debería ser el intento del protagonista por atacar esa debilidad.
El antagonista no es siempre perverso
En nuestro afán por aclarar nuestro punto de vista como escritores (y dejar claro que no pretendemos hacer apología belicista), es fácil que cometamos el error de volver a nuestro antagonista un tirano perverso, impío e irredento. Un tipo que pisará las flores que crezcan a su paso, robará caramelos a los niños y, por supuesto, será incapaz de perdonar que le echen leche fría en lugar de caliente en su café.
Recuerda: Nadie es malvado 24/7. Por ello, conviene también añadir pinceladas de blanco a nuestro villano. Tal vez sea un firme protector de los perros o done grandes partes de su fortuna a los más desfavorecidos. Quizá use toda su red de influencias para evitar el desahucio en un bloque de pisos donde vive una señora mayor, aunque solo sea porque aquella mujer fue la profesora que le enseñó a leer… Intenta dibujar a un personaje lo más real posible, lo más creíble posible. Todos tenemos defectos, sí, pero también todos tenemos virtudes. Incluso nuestro antagonista.
La idea que quiero transmitir con todos estos apuntes es que, en líneas generales, cuanto mejor diseñado esté tu antagonista, más detalles podrás explotar de tu trama y de tu protagonista, y más rica y profunda será tu obra.
Nada más por el momento. Como siempre, gracias por llegar hasta aquí. Si tenéis cualquier tipo de duda, consulta o pregunta podéis contactarme en: carloscallejaescritor@gmail.com y seguirme en Twitter (@callejaescritor).
Para todo lo demás, recomiendo que no le perdáis la pista a los cursos que oferta Caja de Letras (@CajaDLetras), en ellos podréis aprender a profundizar en la creación de personajes increíbles.
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