¡Hola! Me llamo Carlos Calleja y escribo cosas. Siguiendo el mandato del público en twitter, hoy vengo a contaros cositas curiosas sobre el diseño de los actos. Tres son los actos en la concepción clásica de las obras, ese es el armazón de nuestra novela. Veamos por qué.
¿Cómo diseñamos una escena?
Cada acto se divide en capítulos o en escenas. Trataremos siempre de plasmar en cada escena un punto de inflexión en donde cambie un aspecto en la situación de nuestro protagonista. El cambio puede ser positivo o negativo, descarado o sutil, pero entre el comienzo y el final de una escena siempre tiene que haber un cambio. Si no lo hay, la escena es superflua.
¿Cómo diseñamos un acto?
Un acto podría considerarse como la sucesión de escenas que desembocan en un clímax, que a su vez es un punto de inflexión importante en el transcurso de la novela.
El clímax es al acto lo que el punto de inflexión es a la escena.
En obras más breves tal vez se puedan disponer menos de estos cambios, y por tanto menos actos, pero cuando hablamos de una novela, el mínimo debería ser tres (salvo gloriosas excepciones). Si pensamos en arcos dramáticos del tipo:
● El protagonista empieza mal, pero termina bien
● El protagonista empieza bien, pero termina mal
● El protagonista empieza mal y termina peor
● El protagonista empieza bien y termina mejor
Nos daremos cuenta de que falta algo. Ese tercer cambio. Ese tercer acto.
Dedicaremos normalmente alrededor de un 25% de la novela al primer acto, el que se conoce como introducción. El tercer acto suele ser el más corto de todos, acorde al sentido de caída libre y velocidad que debemos imprimir al mismo. El resto será el nudo, y seguirá la ley de los conflictos.
¿Cuántos actos incluimos?
Como hemos visto, aumentar el número de actos de tu novela te obligará a diseñar una variedad mayor de puntos de clímax, escenas brillantes difíciles de conseguir. Recordemos la ley de las recompensas decrecientes: cuantos más actos, menor es el impacto producido por cada clímax. De igual forma, si todos los puntos de inflexión son de una importancia apoteósica, terminaremos mareados y un poco abrumados. Conviene regular las grandes revelaciones con los pequeños cambios, casi imperceptibles, en el comportamiento de nuestros personajes.
Las tramas secundarias
Cuando diseñemos tramas secundarias, intentaremos seguir esta misma estructura en tres partes. Y sería idóneo conseguir que la resolución de las tramas secundarias encaje también en la resolución del conflicto principal. Eso hará que nuestra historia salga muy beneficiada.
El final falso
Colocar un final falso puede ser un recurso interesante en algunas obras de acción (thrillers, fantasía épica, etc), una escena final tan completa que parece resolver por completo la historia. Aunque es importante manejarlos con cuidado por dos motivos.
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El lector siempre tiene que ser poseedor de la pregunta: ¿Y ahora qué? Algo debe haber quedado incontestado en su cabeza. De lo contrario, cuando le presentemos el verdadero final, tal vez hayamos perdido todo su interés.
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De nuevo menciono aquí la ley de las recompensas decrecientes. Tendremos que asegurarnos de que el final verdadero que sigue al trampantojo sea más apoteósico que el falso, pues de lo contrario estaremos entrando en un anti-clímax.
Un buen ejemplo de final falso (bien ejecutado) que se me viene a la cabeza es el de Terminator 2, cuando han conseguido congelar al T1000 y hacer que estalle en pedazos. Todos respiramos aliviados pero, de repente, una gotita se funde, y se une con otra y luego con otra…
El ritmo narrativo en relación con el diseño de los actos
Alternar las emociones de manera positiva y negativa es la clave para mantener enganchado al lector a través de las páginas. Si tu historia tiene un final feliz, pónselo difícil a tu protagonista durante todo el nudo. Si por el contrario vas a hundir en la miseria a tu héroe, haz que disfrute de momentos dulces (y muéstrale al público cómo se comporta cuando la vida le sonríe). Existe otra tercera posibilidad, de la que disfruto mucho cuando creo relatos con mi compañero Alejandro, y es la de tener un final irónico, un final que combine algo bueno y algo malo. Los buenos se salvan pero…
Planificación hacia atrás
Como habrás podido comprobar, el final de la historia tiene que estar pensado y muy pensado desde el principio. Todas las tramas y las subtramas, todos los cambios emocionales apuntan hacia ese clímax y se ven atraídos por él sin remedio. Yo siempre recomiendo hacer una escaleta de lo que va a ocurrir (más o menos detallada) hasta que consigamos vislumbrar cuál va a ser el clímax de la historia (donde antagonista y protagonista se enfrentan en la situación más desesperada de todas). Una vez que conocida esa escena, intentaremos reconstruir la trama hacia atrás valiéndonos de esta sencilla pregunta: ¿Qué ha causado que se llegue a esta situación? Tiraremos del hilo hasta que al final nos topemos de nuevo con el incidente incitador. En ese momento sabremos que tenemos una historia bien tramada. Ahora solo nos queda escribirla.
Con esto me despido. Como siempre, gracias por llegar hasta aquí. Para todo lo demás, recomiendo que no le perdáis la pista a los cursos que oferta Caja de Letras (@CajaDLetras), en especial el de Narrativa II (que yo mismo hice el año pasado), donde se hace mucho hincapié (durante varias semanas) a la construcción firme de los actos.
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