He de reconocer que mis inicios en el mundo de la lectura fueron a través de los cómics. Los de mi época. TBO, Mortadelo y Filemón, 13, Rue del Percebe, Pepe Gotera y Otilio, y así podría continuar con una larga lista de personajes que algunos de vosotros, posiblemente, ni habréis oído nombrar.
Los héroes de Marvel vinieron después. Mi madre, en su afán por dar un salto más dentro de mis lecturas, me introdujo en el mundo de Verne y hasta de Melville y su Moby Dick. Pero el momento en que aparece la verdadera pasión por la lectura en mí fue cuando El señor de los anillos, en una edición que integraba los tres libros en uno y con más de mil páginas, cayó en mis manos, y que, si la memoria no me falla, he leído unas diez veces.
Así que, estas líneas que vienen a continuación son un sincero homenaje para un escritor que abrió ante mí un nuevo mundo por el que navegar a través de la fantasía, la magia y la aventura épica. Sí, como ya habréis adivinado, hoy os voy a hablar un poco de J. R. R. Tolkien. Vamos a ello.
Tolkien: sus primeros años
John Ronald Reuel Tolkien, más conocido como J. R. R. Tolkien, nace un mes de enero de 1892 en la actual Sudáfrica. A los tres años, se trasladó con su madre y su hermano a Inglaterra para intentar solventar los problemas de salud que el clima africano le provocaba. Su padre, encargado de la venta de diamantes y otras piedras preciosas para el Banco de Inglaterra, se quedó en África. Una mala decisión.
Un año después de la marcha de Tolkien, fallecía como consecuencia de una fiebre reumática, dejando en la ruina a su mujer y a sus dos hijos. Su madre decidió mudarse con su familia a Birmingham, donde el pequeño Tolkien disfrutaba explorando su cercano bosque y el molino hidráulico que se encontraba allí y que terminaron dejando una enorme huella en sus recuerdos y su obra.
Su madre fue la encargada de su educación. Acrecentó el interés por las plantas que tanto le gustaban a ella y, especialmente, por las lenguas. Aunque Tolkien disfrutaba dibujando árboles y paisajes, su mayor disfrute venía cuando su madre le explicaba las bases del latín. A los cuatro años, ya era capaz de leer, y comenzó a escribir poco después. Por desgracia, una diabetes se llevó a su madre cuándo Tolkien tenía aún doce años.
A partir de ese momento, el sacerdote Francis Xavier Morgan —con madre andaluza, por cierto— pasó a encargarse de la educación de los hermanos, convirtiéndose en su tutor legal. En 1915, Tolkien se licenció en Lingüística Inglesa y Literatura. Un año más tarde, se casaría con el amor de su infancia, Edith, con la que tuvo cuatro hijos.
Tolkien: la Primera Guerra Mundial
Tolkien, aunque no contagiado por el fervor de los muchachos por combatir, se alistó nada más terminar sus estudios universitarios con el grado de teniente segundo de fusileros. Sería enviado a Francia en 1916. Ese mismo año participó en una de las batallas más largas y sangrientas de la guerra: Somme. Un frente de más de cuarenta kilómetros de trincheras y más de un millón de muertos hasta que, en octubre de ese mismo año, contrajo la fiebre de las trincheras. Una enfermedad transmitida por el piojo humano. Trasladado unos días después a Inglaterra, sufrió constantes recaídas hasta 1918, permitiéndole, no obstante, realizar trabajos en algunos campamentos, obteniendo el rango de teniente.
Pero el conflicto y su participación en la batalla del Somme dejaron una enorme huella en Tolkien. «En 1918, todos mis amigos, menos uno, estaban muertos», dijo unas décadas más tarde. Eso mismo le ocurrió a C. S. Lewis, con quien Tolkien coincidiría poco después.
Esa huella de la que os hablaba la podemos adivinar en su obra literaria. Tras su licenciatura en el ejército comenzó su vida laboral ejerciendo como lexicógrafo asistente para la edición del Oxford English Dictionary; en 1920, fue profesor titular en la Universidad de Leeds y, más tarde, en Oxford. Su amada Edith fallece en 1971, con 81 años. Él lo haría dos años más tarde, a esa misma edad. Enterrados juntos, en su lápida aparecen los nombres de Beren y Lúthien, personajes creados por Tolkien: ella, elfa; y él, humano.
Tolkien: la influencia del conflicto bélico en El señor de los anillos
Parte del éxito de Tolkien radica en la reintroducción en el imaginario popular de una visión cristiana de esperanza en un mundo torturado por la incredulidad y la desilusión.
Tras la guerra, muchos autores componían obras antibélicas, rechazando la fe en el Dios de la Biblia y centrándose en la culpa y la gracia o la pena y el consuelo. Pero Tolkien nadó a contracorriente. Para él, el mundo real tenía una cualidad mítica y heroica donde los grandes conflictos y las grandes aventuras se dan la mano.
Así, Tolkien recupera la vieja tradición del mundo mitológico y romántico y el camino del héroe. Ahí está Frodo para demostrarlo en El señor de los anillos: «Mi Sam Gamyi es en realidad un reflejo del soldado inglés, de los ordenanzas y soldados rasos que encontré en la guerra de 1914…», decía el propio Tolkien como muestra de respeto por aquellos con los que había combatido codo con codo en las trincheras.
«Hay una semilla de coraje oculta en el corazón del más gordo y tímido hobbit, esperando a que algún final y desesperado peligro la haga germinar», dijo Tolkien para demostrar que su obra era algo más que una simple lucha entre el bien y el mal. Una vez más hace referencia a los miedos y determinación de los soldados para vencerlos manteniéndose fieles a su compromiso y salir de las trincheras, a pesar de sus reticencias; a combatir ante la perspectiva de una amenaza del mal.
¿Por qué está su obra principal tan influenciada por el conflicto bélico? Pues, quizá, porque sus primeras obras y anotaciones fueron hechas entre 1915 y 1918, entre campamentos y hospitales. Por eso las escenas bélicas narradas lo hacen con un inquietante realismo. Un realismo que tan solo alguien que lo ha vivido en primera persona puede transmitir.
Tolkien: su obra
Me atrevería a decir que, desde el momento en que publica su primer poema en 1911, «La batalla del campo del este», Tolkien empieza a conformar su obra cumbre. Sigue creando poemas épicos escritos «en sucias tabernas, en discursos pronunciados en la fría niebla, en cabañas llenas de blasfemia, a luz de una vela en una tienda de campaña e incluso en refugios bajo el fuego de artillería», como él mismo dijo. Tolkien había empezado a conformar su trilogía.
Enamorado de la mitología nórdica, Tolkien añoraba el hecho de que no existiera algo similar en su país. Quizá, por eso, todas las historias épicas que iba enlazando iban conformando un mundo mitológico que terminó asentando las bases de su trilogía. Aunque intentó publicarlas todas en varias ocasiones, no llegó a hacerlo. Fue su hijo Cristopher el que lo hizo con El Silmarillion, de forma póstuma.
Tolkien disfrutaba escribiendo para él y para sus hijos. Su primer libro, El hobbit, surge años después de la guerra mientras corregía exámenes en la Universidad de Oxford. Una frase le vino a la cabeza… y la garabateó en un papel: «En un agujero en el suelo, vivía un hobbit». Luego, tan solo tuvo que inventar cómo era un hobbit. Cosa que hizo y que quedó plasmado como un cuento que contó a sus hijos. Pero la casualidad hizo que cayera en las manos de una empleada de una editorial que supo ver su calidad. Así, una historia que había sido escrita en 1932 para su propio entretenimiento terminó siendo publicada como un cuento infantil en 1937.
El éxito obtenido hizo que el editor le propusiera una secuela de este cuento. Tolkien aceptó, y lo que iba a ser otro cuento infantil terminó convirtiéndose en la que quizá sea la obra cumbre de la fantasía épica. Tolkien recordó el anillo encontrado por Bilbo y empezó a crear una historia basada en todos sus poemas épicos escritos que podemos encontrar en El Silmarillion. Tras diez años de trabajo y el apoyo incondicional de su gran amigo C. S. Lewis, terminó publicando el primero de los tres libros en 1954. Lo demás… es historia.
Tolkien y su influencia en la literatura de fantasía
Aunque se le considera el iniciador del género, en honor a la verdad otros escritores anteriores. Robert E. Howard, con su Conan el bárbaro, del que hay poco que decir, o E. R. Eddison y La serpiente Uróboros, libro publicado en 1922, inspirado en la mitología escandinava de fantasía heroica, ya habían tocado este género con cierto éxito. Pero a Tolkien hay que reconocerle que, tras la publicación de El hobbit y El señor de los anillos en EE. UU., el género volvió a resurgir con mucha fuera.
Hablar de videojuegos, juegos de rol y las adaptaciones al cine de sus dos obras, así como de otras tantas cosas que se quedan en el tintero, me llevaría media vida. Si queréis más, tan solo tenéis que decirlo.
Y ahora… Sed buenos… y leed mucho.
Excelente resumen de la vida de este talentoso escritor, cuya capacidad para relatar el enfrentamiento entre el bien y el mal, la razón y la sinrazón, como elemento primordial de nuestra existencia diaria, envuelto en una fantasía que nos lleva a trasladarnos a escenarios inimaginables, ha cautivado a millones de personas y ha conseguido persuadir al mundo del cine, para ofrecernos la visión más real posible, de lo que aquella mente prodigiosa fue capaz de "parir".