Alejandro Marín

Lo que aprendí de la saga de Malaz

Disección Literaria

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Pues, sinceramente, lo que aprendí de la saga de Malaz es mucho. Casi podría decir que demasiado, si es que existe un demasiado en el aprendizaje. O demasiado para contarlo en un solo artículo, al menos. No nos engañemos, tampoco es que fuera a salir un tocho equiparable a los libros… Creo. Pero seamos razonables. Nadie querría leer un único artículo de chorrocientas mil palabras, ¿no?O… a lo mejor…No, no. Créeme, mejor lo dosificamos un poco. Lo bueno si breve, dos birras buenas. Aunque creo que el refrán era distinto ¿no?Sirva esto como humilde presentación y anuncio de lo que está por llegar: una serie de artículos sobre lo que aprendí de Malaz a nivel narrativo. Y, por qué no, aprovecharemos para hablar de la que es una de mis sagas favoritas, sin ninguna duda.Es posible que ya hayas experimentado los sudores fríos y los temblores que (casi) todos hemos sentido al plantarnos delante de estos libros en nuestra librería favorita. Yo mismo, que estoy metido ya hasta las cejas en el barro malazano lo experimenté en mis propias carnes.“Madre mía, ¿todo eso es suyo?”“No me va a caber… en la estantería”“Pero tantos centímetros… ¿es posible?”Y un etcétera tan largo como la propia saga.También seréis muchos los que, como yo, os habéis visto atrapados en un frenesí de tramas y personajes. Y habréis descubierto que hay mucho más que lo evidente entre sus páginas. Mucho más que solo entretenimiento.Y aquí estoy yo. Para contaros, si me dejáis, lo que aprendí de la saga de Malaz.

Pero, espera. ¿Qué demonios es la saga de Malaz?

Vale, vale. Tienes razón. Puede que todo lo anterior te suene a chino. Puede que nunca hayas oído hablar de estos libros. Puede que ni siquiera te guste la fantasía.Bueno, te libras por los pelos de que sobre tu vaca caiga la vergüenza más profunda.Malaz, así, a secas, es una pequeña isla de un mundo ficticio. Pero es mucho más. Es como se llama al conjunto de sagas que Steven Erikson e Ian C. Esslemont han creado para ambientar las historias que surgieron de las partidas de rol que jugaban en la soledad de su compañía mutua.¿Primera sorpresa? ¡No debería! Pau Ferrón ya nos ha ido contando mucho acerca de la relación entre el rol y la escritura.A lo que iba, que me voy por las ramas. Malaz no es una saga, ni es un único libro. Es, por decirlo de alguna manera, una larga partida de rol que se fue de las manos y que ha hecho partícipes a millones de personas en todo el mundo. Actualmente, consta de 26 libros, y otros 5 por llegar, de los cuales solo 14 han sido traducidos al castellano (primero por Timunmas, luego por Factoría de Ideas y actualmente por Ediciones B). Desde aquí ejerzo algo de presión a Ediciones B para que sigan, ejem, ejem.Pero, a ver, Alejandro, ¿qué tiene que ver todo esto con lo que nos has prometido? Ahora voy, ahora voy. Antes de contaros lo que aprendí de Malaz hay que entender su magnitud.

Entonces, ¿el tamaño importa?

Sinceramente, a efectos de lo que quiero contar en estas líneas (y las que seguirán), sí, importa. ¿Y por qué es tan relevante? Pues porque a lo largo de sus miles y miles (y miles) de páginas, uno descubre un buen puñado de herramientas y trucos. Muchos más que en otras muchas obras más breves. Y son, en parte, esos trucos los que permiten leer sin hartarte, sin cerrar el libro (con ayuda de un monitor de fitness) y no volver a abrirlo. Los que harán que te compres el siguiente tomo en vez de mandarlos a la #!%&!$. Seguramente, sin todas estas lecciones pasivas, sería mucho más complicado abordar su lectura. A lo largo de tantas páginas abundan los recursos y las triquiñuelas para mantener la atención del lector.Aquí un consejo: hay que tratar de leer con más ojos aparte de los del fan o el lector curioso. Es muy útil tratar de desentrañar las herramientas que emplean los escritores profesionales.Y aquí otro: dosifica eso último, ¡sino a veces se rompe un poco (o un mucho) la magia!

Vale, ¿empezamos?

Como os decía, lo que aprendí de Malaz da para varias pequeñas sesiones de tortura como esta. Si tenéis la suficiente paciencia, poco a poco, trataré de contaros todo lo que he ido aprendiendo con el paso de los meses.De hecho, puede que incluso os animéis a leer las novelas.Nota mental: pasar factura a los señores Erikson y Esslemont a finales de año.Mierda, ¿dije eso en voz alta?Bueno, esto se acaba. El barco de guerra malazano parte de Ciudad Malaz y abandona las aguas talianas.Primera parada: los procelosos mares de la planificación.Espero verte por allí, porque sí, si algo se puede afirmar con rotundidad es que lo primero que aprendí de Malaz es la importancia de la planificación.Nos vemos allí.¡No te olvides de traer cerveza!

Alejandro Marín

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