Lo recuerdo perfectamente. El 8 de enero de 2017 llegó a mí Hacedor de estrellas (1937) de Olaf Stapledon como parte de una remesa de libros de segunda mano. Esta merecería una entrada aparte en el blog, no por los volúmenes que la conformaban, sino por la historia de cómo me encontraron. Entre todos ellos, figuraba aquella edición de 1985 de Minotauro en la que el prólogo de Jorge Luis Borges finalizaba con la frase: «Hacedor de estrellas es, además de una prodigiosa novela, un sistema probable o verosímil de la pluralidad de los mundos y su dramática historia».Me enamoré incluso antes de empezar a leerla.
Un hombre frente a toda la humanidad
Willam Olaf Stapledon nació en 1886 en Inglaterra. Pacifista y objetor de conciencia, sirvió como voluntario en la Friend’s Ambulance Unit durante la Primera Guerra Mundial entre 1915 y 1919; fue condecorado, por ello, con la Cruz de Guerra francesa. En 1925 obtuvo un doctorado en Filosofía por la Universidad de Liverpool y, aunque su carrera parecía estar destinada a desarrollarse en el ámbito académico, la publicación de Last and First Men (1930) inclinó la balanza hacia la ficción: un solo individuo se atrevió, por primera vez, a narrar toda la historia de la humanidad durante dos mil millones de años y dieciocho especies evolutivas descendientes del Homo sapiens.Evolución, ingeniería genética o superinteligencia son varios de los temas vertebradores de esta obra, pero Stapledon no se limita a lo biológico (hay incluso una generación de humanos capaces de volar), sino que refleja cómo estos cambios se trasfieren a cada una de las sociedades que conforman. Hay músicos y científicos; civilizaciones avanzadas y primitivas; terrícolas, venusinos y neptunianos. A veces se autodestruyen, otras desaparecen a manos de sus descendientes o el universo se encarga de eliminarlos, pero siempre resurgen de una manera u otra. La imaginación de Stapledon siempre ofrece una alternativa para que continúe la vida.En 1932 escribió una secuela, The Last Men in London, aunque sin el éxito de su predecesora. No obstante, no se conformó y, tras su historia de la humanidad, continuó con la del universo y su crisol de formas de vida en Star Maker (1937).
Olaf Stapledon y el tiempo cósmico
Star Maker (editado en España con el títuloHacedor de Estrellas) es un salto al vacío del tiempo. Los dos mil millones de años de Last and First Mense antojan un instante al lado de la escala manejada por Stapledon en esta ocasión. El narrador, humano, consigue con tan solo su voluntad abandonar su cuerpo y viajar por el universo a distancias de miles de años luz de la Tierra. En su peregrinaje por el cosmos descubrirá especies simbiontes, imperios galácticos o nebulosas inteligentes hasta encontrarse con el Hacedor de Estrellas, que le revelará los secretos últimos del universo, como la infinidad de ellos que existen. Un sentido existencialista e incluso religioso se filtra entre cada una de sus líneas.En esta novela, además, se menciona por primera vez el concepto de esfera de Dyson (propuesta por Freeman Dyson en 1960). Stapledon imagina, incluso, universos puramente musicales sin ninguna dimensión espacial (¿Podría ser una remota aproximación a algunos aspectos de la teoría de cuerdas?). Sea como sea, esta obra dejó un legado y una huella posterior innegables.Pero Olaf Stapledon no se limitó (si es que eso es una limitación) a imaginar civilizaciones. También nos dejó a Odd John (1935), un «superhombre», o a Sirius (1944), un perro con inteligencia humana. Temas más mundanos para reflexiones igual de profundas que en sus obras más conocidas.
El legado de Stapledon
H. G. Wells y Virginia Woolf, con los que mantuvo correspondencia, Jorge Luis Borges, Bertrand Russell o Wiston Churchill aclamaron su obra. Y se vieron profundamente influenciados por esta muchos autores posteriores: C. S. Lewis, Arthur C. Clarke, Isaac Asimov, Brian Aldiss, Theodore Sturgeon, Robert A. Heinlein, Clifford D. Simak… plasmaron en sus escritos temas típicamente «stapledonianos».Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura en 2007, dijo de él: «No ha habido un escritor remotamente parecido a Stapledon y no lo hay tampoco ahora. Escribió antes de la división artificial entre Ciencia Ficción y Ficción Espacial y Literatura Real (…). Trascendió las fronteras».
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